Decía el escritor José Joaquín Blanco que México “parece moverse todo el tiempo —mejor dicho, andar todo el tiempo moviendo las cosas y a las gentes: alzando bardas, derrumbando edificios para levantar otros, destrozando y fabricando panoramas”. Por eso, a menudo vale la pena realizar una caminata con un libro bajo el brazo: recorrer las ciudades utilizando como guía las palabras del autor para imaginar un mapa de lo que ya no existe. En esta ocasión quisimos hacer dicho ejercicio con El Vampiro de la colonia Roma, de Luis Zapata.
Esta novela, ambientada en los años setenta, escribió el mismo Blanco en 1988 en La Jornada, “sacó del clóset a la literatura homosexual y la volvió literatura plena”. Para mucha gente, este libro fue una revelación y un abrazo a los autores queer que permanecían en un anonimato casi obligado. Con todo y ese aire underground, la novela no deja de ser un retrato urbano tan cotidiano como una caminata nocturna, un ligue casual o un paseo entre amigos como el que haremos siguiendo los pasos de Adonis García, protagonista de El vampiro de la colonia Roma, y nuestra imaginaria compañía en la ciudad que, según él, es la más cachonda del mundo.
Primera parada: la esquina mágica
Comenzamos el recorrido en la Condesa
, específicamente en el cruce de Insurgentes y Baja California. Ahí, donde muchos capitalinos empiezan su jornada, está la “esquina mágica”, un lugar que Adonis describe así:
le dicen la esquina mágica porque cualquiera que se pare ahí liga ya si no ligas es porque estás muy feo o porque de a tiro eres muy pendejo o las dos cosas pero por lo general siempre ligas
La esquina, dicen, aún conserva su magia. Si uno platicara con las personas indicadas, seguro saltaría la historia del conocido de un amigo que alguna vez conoció a alguien bajando del metro Chilpancingo o concretó alguna cita afuera de la desaparecida panadería La Espiga
. Quizá también recurran a la nostalgia y nos hablen de cómo la esquina se despidió de negocios y edificios para darle paso a una farmacia y una de esas taquerías estilizadas que ahora están muy en tendencia.
Caminando una cuadra al norte, doblamos en la calle de Tlaxcala. Nos encontraremos con un oscuro, casi invisible Auditorio BlackBerry, que antes de 2012 fue el cine Las Américas
. Puede que la falta de iluminación y la oscura fachada del lugar no nos provoque nada, pero basta pensar en Adonis y René viendo Sor Ye-yé en su primera cita para verlo con nuevos ojos, como una parada significativa en nuestra caminata.
Segunda parada: el paraíso
Siguiendo nuestro camino hacia el norte, cruzaremos de la Condesa a la Roma. Mientras caminamos por las calles que el propio vampiro reclamó como suyas, seguramente nos alcance el inconfundible olor a marihuana que ya no solo es propio de los rincones oscuros del parque México o las banquitas de avenida Ámsterdam. El humo también viene de casas con ventanas entreabiertas donde seguramente hay varios Pepes y Adonis que se relajan después de una larga jornada pensando:
la mota era algo como el paraíso te permitía tener más bueno como más captación de las cosas […] lo más importante era que te permitía alejarte de todo pero así alejarte olvidar todas las pendejadas por las que te azotas […] como que esa es la mejor medicina alejarte de todo en lugar de estar enfrentando los problemas
Con esa actitud picaresca en la mente, hagamos el ejercicio de imaginar cómo se sentiría Adonis al caminar por la Roma actual. Pensémoslo yendo hacia la Zona Rosa y cruzando la avenida Álvaro Obregón ante la mirada vigilante de Baco que, desde su pedestal de piedra, parece envidiar la vida de Adonis, reconociéndolo como el verdadero Dios de la Fiesta.
Tercera parada: un atractivo irresistible
Al llegar a la Zona Rosa, nos alcanza otra pregunta. ¿Qué pensaría Adonis al verla así? Sin duda alguna, su antiguo lugar de taloneo ya no es más un espacio con aires de clandestinidad. Ahora, incluso los pasos de cebra son de colores y las personas que antes se escondían para poder ser medianamente felices pasan sus fines de semana bailando y rodeándose de buenas amistades. Creemos que lo llenaría de júbilo y orgullo. Ojalá que cuando viera esto dejara de pensar que:
las locas son las que nos desprestigian a los homosexuales de corazón a los homosexuales serios je a los que no tenemos que andar gritando a los cuatro vientos que somos putos
Probablemente lo que sí resentiría es la ausencia de los que parecen ser “centros de operaciones”: esos que al principio se nos presentan como cafés que a la vez funcionan como farmacia, para finalmente revelarse como entrañables sucursales de Sanborns que, según sus palabras, “tienen un atractivo irresistible para los gayos”.
Cuarta parada: adiós a los afters
Probablemente, como cuando vivía en la extravagante casa de Zabaleta en Las Lomas, Adonis se dejaría llevar por su instinto hacia algún Sanborns. Acaso por la ubicación, enfilaría el paso al de la esquina de Niza y Hamburgo, para darse cuenta de que su querido centro de operaciones fue reemplazado por una farmacia. Quizá para no lastimarlo con nostalgia, trataríamos de impedir que fuera hacia el Ángel. Así evitaríamos que se parara a un lado del Sheraton María Isabel y encontrara el antiguo Sanborns del Ángel, otro de sus lugares predilectos para el talón, convertido en un restaurante de hamburguesas a sobreprecio.
Tendríamos que animarlo a caminar sobre Reforma. En el trayecto le contaríamos que, a pesar de su innegable éxito durante los setenta y ochenta, a partir de 2017 y con una pandemia a cuestas, los Sanborns dejaron de ser negocio. Los afters, los romances de una noche y las tristes despedidas en la madrugada son solo recuerdos que a veces, al pasar frente a estos edificios, sus protagonistas traen al presente con una melancólica sonrisa.
Estamos en las vísperas del pride y, mientras caminamos hacia nuestra última parada, seguramente veremos edificios iluminados con luces de colores. Junio es el mes de les aliades, así que no faltará el vendedor noctámbulo que en el camino se nos cruce para vendernos todo tipo de artículos con temática arcoíris, desde banderines hasta patitos de colores. ¿Qué pensaría Adonis de todo esto?
Epílogo: el gran falo de Latinoamérica
Acabamos de cruzar la Alameda Central. Comienza a amanecer y finalmente llegamos a nuestra última parada. Estamos en la esquina de Juárez y Eje Central. Frente a nosotros se yergue, orgulloso, el gran falo de Latinoamérica:
larga larga como cualquier prestas que se precie de serlo y abajo hasta tiene sus huevos cuadrados pues pero huevos al fin y al cabo.
A nuestras espaldas “el palacio de bellas artes la chichi más gorda de todo el continente” nos ve mientras nos despedimos de nuestro legendario acompañante para acoplarnos de nuevo a la diurna sobriedad de la Ciudad de México.