Cuando pienso que ya lo he visto todo en la Condesa, algo se anuncia, abre en medio del caos y me sorprende; no he perdido la capacidad de asombro al respecto. Una de las recientes aperturas que más atesoro, quizá, sea el de una nueva librería que ofrece, además de libros, una amplia selección de tragos con o sin alcohol. La Americana reinventa el concepto de librería, no a la manera de grandes tiendas como El Péndulo, sino a través de un espacio pequeño, con apenas un gran librero en el que los libros no se venden, se prestan para leer. En ella también hay una gran mesa para ocho o diez personas, dos barras que dan a la calle Iztaccíhuatl y cuatro mesas individuales para quienes quieran trabajar, como yo lo hago ahora. La cocina y bar se puede ver al centro y no hay quien curiosea con las preparaciones del chef.
Desde que La Americana anunció su inauguración, un sentimiento de alegría ingenua se quedó en mi cuerpo, como cuando uno piensa que ya lo conoce todo, hasta que se da cuenta que no. Y es que no hay suficientes librerías —o, para el caso, bibliotecas— en la ciudades; por eso, celebro que lugares como este tengan, aunque en una zona privilegiada, la iniciativa de empezar a recuperar la literatura del continente americano (de ahí su nombre, por supuesto). De ver el tiempo para leer no como contrario a pasarla bien: hay tragos clásicos como martinis, negronis, palomas, mezcal y hasta botellas de vino de importación.
Como todo centro cultural, en La Americana también hay talleres de escritura, lecturas de poesía, presentaciones de libros y revistas, y hasta torneos de ajedrez. Y no solo eso: su catálogo, el que sí está en venta, tiene la virtud de concentrarse en editoriales y escritores latinoamericanos que tal vez no se venden en otros lugares; por ejemplo, la revista gastronómica Anchoa, Tacos Magazine y otros fanzines. Por la noche, esta librería se convierte en un bar, muy al estilo de clásicos como Baltra o Bar Anchoa, en el que la plática y la música toman lugar.
Quienes tienen la idea de venir a comer, tal vez salgan decepcionados. La Americana, aunque es muy cómoda para pasar horas y horas, no destaca por un menú amplio o novedoso. Más allá de chilaquiles o muffins para desayunar, o papas o aceitunas para picar, no hay mucho que descubrir. Pero tampoco le hace falta una gran comida a este lugar, no es necesario que se transforme en restaurante.
Sin embargo, en La Americana también hay algo distintivo incluso de los bares de la zona: venden tragos para llevar, y es que ¿por qué no comprar un libro, un litro de martini sucio y pasar el resto de la tarde en casa? Ya no hay nada que nos detenga. Este es un nuevo punto de encuentro para quienes gustan de leer, tomar y disfrutar las tardes de cualquier día del año.
Iztaccíhuatl 36, Condesa
Lunes a domingo | de 11 am a medianoche