Las obras de Felipe Baeza parecen respirar. No están quietas ni resueltas, sino en constante movimiento, como si cambiar fuera su estado natural. Hay algo profundamente íntimo en la forma en que trabaja: como quien se acerca al papel con la misma atención con la que se escucha a un cuerpo. Lo dobla, lo imprime, lo superpone. Lo deja envejecer. Nada es definitivo, nada termina del todo.

En su nueva exposición en la Ciudad de México, Baeza construye un archivo emocional que se resiste a la linealidad. Sus piezas son híbridas, fragmentadas, ambiguas y por eso tan poderosas. Ahí conviven el grabado, la pintura, la migración, lo queer y la memoria como materia que se reconfigura todo el tiempo. El cuerpo, protagonista sin imponerse, es aquí un lugar que recuerda, que muda, que se erosiona para transformarse.

Desde lo íntimo hasta lo político, su obra plantea preguntas sin cerrar: ¿cómo se representa una identidad que no quiere fijarse?, ¿cómo se invoca a quien eligió no mostrarse del todo?, ¿cómo se honra el derecho al misterio?

En un mundo que exige claridad, Felipe Baeza insiste en la opacidad como forma legítima de existir. Su trabajo no responde: interrumpe. Y en esa interrupción abre la posibilidad de una sensibilidad más libre, más abierta, más viva. Platicamos con él aprovechando su visita a la CDMX para la inauguración de su exposición en la galería Kurimanzutto.

Hay una frase tuya que dice: “Somos una combinación de distintos tiempos”. ¿Cómo se vive ese entrelazamiento temporal desde el cuerpo? ¿Cómo se materializa en el estudio?

El cuerpo conserva huellas del pasado: movimientos repetidos, técnicas que aprendimos y emociones que se fueron acumulando. Aunque no siempre seamos conscientes, esas experiencias siguen influyendo en cómo nos movemos, trabajamos y sentimos. El cuerpo recuerda lo que aprendió y también lo que no salió bien. Pero al mismo tiempo, actúa en el presente y se proyecta hacia el futuro. Cada trazo y cada movimiento tienen una intención que va más allá del momento, buscando una forma, un resultado o una expresión que todavía no existe. De esa forma, el cuerpo conecta el pasado, el presente y lo que está por venir.

El estudio también es un lugar donde se cruzan distintos tiempos. En mi práctica con el grabado, por ejemplo, el papel se convierte en una superficie que guarda todo lo que pasó: desde la idea inicial hasta las pruebas, errores y correcciones. Cada impresión es un momento presente, pero también refleja todo el trabajo anterior y abre la puerta a nuevas posibilidades, como intervenciones o lecturas distintas. En el estudio se acumulan obras en proceso y papeles con pruebas que tal vez no funcionaron en su momento, pero que pueden tener sentido más adelante. Es un lugar donde el tiempo no es lineal: se vuelve circular, acumulativo y sensible.

Tus obras parecen pieles en muda, entidades que insisten en no fijarse. ¿Te interesa más el gesto de devenir que el de ser?

Absolutamente,  la metáfora de las pieles en proceso de muda habla directamente de cómo experimento tanto el cuerpo como la imagen: como territorios temporales. Me interesa mucho más el acto de devenir que la idea del ser como algo fijo o concluido.Trabajar con papel y técnicas de grabado lo hace muy evidente. Cada matriz y cada impresión muestran las marcas del proceso, las decisiones y el paso del tiempo. El papel guarda memoria, al igual que el cuerpo, que retiene repeticiones, errores y persistencias. En el estudio, nada está realmente terminado. Incluso una imagen que ya está impresa y lista, para mí sigue siendo algo provisional. Es como una capa que está por desprenderse, una identidad que sigue cambiando.

Mudar la piel no es desechar, sino pasar por una etapa. Es reconocer lo que fue, incluso si ya no nos representa. Mi proceso se mueve dentro de esa tensión entre sostener y soltar, entre dejar una marca y permitir que algo quede abierto sin resolver.  El devenir permite contradicción, los cambios y la vulnerabilidad. En cambio, pensar en el ser como algo cerrado puede limitar esas posibilidades.Así que sí, diría que trabajo desde un lugar donde el tiempo se cruza. Para mí, cada imagen no es una respuesta definitiva, sino una pregunta que todavía se está formando

¿Qué potencia encuentras tú en lo no-concluido, en lo que aún no llega?

Para mí, lo no concluido es un espacio con mucho potencial. Es ahí donde existe la posibilidad de cambio, de apertura y de movimiento. Lo que todavía no llega tiene una energía particular que permite imaginar, equivocarse y salirse de los márgenes. Como no está definido, puede transformarse y reinventarse una y otra vez. En el estudio, esa idea se convierte en una práctica que no busca una imagen final, sino que valora el proceso como una forma de pensar. El grabado, con sus diferentes etapas, pruebas y errores, me permite estar en un estado de búsqueda constante. Cada prueba y cada marca en el papel es una conversación con algo que todavía no se muestra por completo, pero que ya está presente.

También creo que lo no concluido va en contra de la lógica de la eficiencia y los resultados rápidos. Abre otro tipo de tiempo, más conectado con el cuerpo, sus ritmos y sus capas. Ahí, reinventarse no es una estrategia, sino una consecuencia natural de aceptar lo inestable y dejar que la obra y una misma cambien sin tener que llegar a un punto final.En lo que todavía no está definido hay libertad. Hay espacio para el error, para el deseo y para la intuición. Desde ahí es desde donde trabajo: no desde lo que ya conozco, sino desde lo que aún se está formando.

¿Cuál es tu relación con la erosión? Tanto física como simbólica, parece una herramienta clave en tu trabajo. ¿A qué cosas les estás limando la forma?

No diría que estoy tratando de desgastar algo de manera intencional, pero entiendo por qué la idea de erosión aparece como una posible interpretación. Sobre todo cuando pienso en las texturas, los cuerpos que cambian o las imágenes que parecen estar a punto de desaparecer o transformarse en otra cosa.Más que desgastar, me interesa lo que aparece cuando algo cambia poco a poco. Es como si el tiempo, el gesto o la repetición sirvieran para revelar capas escondidas, para mostrar lo que normalmente está tapado. En ese sentido, la erosión no es una destrucción, sino una forma de revelación. Es un proceso de cambio activo, no un final.

También creo que hay algo simbólico en eso. Tal vez una manera de cuestionar estructuras rígidas, identidades fijas o imágenes demasiado controladas. El desgaste, el deslizamiento pueden ser formas de abrir una imagen, de dejar que respire y de no imponerle una forma definitiva.Entonces, aunque no parto de una intención directa de “la erosión”, sí me interesa ese momento en que algo comienza a ceder, a desprenderse, a dejar espacio para lo incierto. Tal vez lo que se va “desgastando” es precisamente la necesidad de controlar, de definir, de fijar. Y eso me parece profundamente fértil.

En esta exposición retratas a escritorxs y creadorxs de la contracultura. ¿Cómo se siente la responsabilidad (o el placer) de invocar esas presencias? ¿A quién quisiste invocar que no pudiste?

Fue una forma de honrarles, no solo por cómo han influido en mi práctica como artista, sino porque también han sido un modelo de cómo crear una vida que valga la pena vivir. Son figuras que tuvieron que inventar sus propios mundos dentro de uno ya establecido y opresivo, y que permitieron que otras personas pudieran verse reflejadas en esos mundos, coexistir en ellos.

Quizá la única figura que me hubiera gustado invocar y no pude fue Édouard Glissant. Su presencia habría sido una forma más poética de explicar ciertas decisiones formales de los retratos: la idea de la opacidad, del rechazo a la total exposición. En los retratos solo se tiene acceso a los ojos de cada figura, como una manera de preservar su misterio y su autonomía.

Tus figuras escapan a la categoría y habitan el umbral. ¿Cómo imaginas un mundo donde no haya que explicar lo inasible?

Imagino un mundo donde lo inasible no tenga que explicarse como un lugar donde la opacidad no sea una barrera, sino una forma legítima de existencia. Para mí, lo más importante no es solo la posibilidad de ser visto, sino la libertad de no tener que mostrarse según los marcos que imponen el Estado o la sociedad. El derecho al rechazo, a no definirse, a no traducirse, a no fijarse  es una forma radical de autonomía.

Las figuras que retrato habitan precisamente ese umbral, ese espacio intermedio donde no hay que elegir entre visibilidad e invisibilidad, entre pertenecer o no. En ese lugar incierto y móvil, la imaginación encuentra su campo fértil. La rigidez mata la posibilidad, en cambio, la ambigüedad, la no definición, permite nuevas formas de estar, de crear, de relacionarse.Ese umbral no es una carencia, es una estrategia y una potencia. Es ahí donde nace una vida que no necesita permiso ni explicación para ser.

Cuando dices que si lo queer fuera un proyecto, sería uno incompleto, ¿es porque lo queer —como el arte— solo funciona si se mantiene en fuga?

Creo que esa pregunta parte de una idea muy extendida: que lo queer, para conservar su potencia, tiene que mantenerse indefinido, en constante transformación o fuera de los márgenes. Y aunque entiendo de dónde viene esa perspectiva, no estoy seguro de que la validez de lo queer (o del arte) dependa únicamente de rechazar toda forma de definición o estabilidad.

Lo queer, para mí, no se trata de estar siempre en fuga o en disolución. Más bien, se trata de no tener que ajustarse a una forma única de ser o de representarse. Hay personas que encuentran fuerza en la ambigüedad o la indefinición, y otras que la encuentran en construir formas propias de permanencia o sentido. Ninguna de esas posiciones es más auténtica que la otra.

En lugar de pensar que lo queer o el arte solo funcionan si rehúyen toda definición, prefiero pensar que su fuerza está en la posibilidad de multiplicidad. Pueden ser inestables o estables, ambiguos o claros, móviles o arraigados, dependiendo del contexto, del deseo o del momento. No se trata de evitar ser definidos, sino de no quedar atrapados en una única definición. Ahí, en esa apertura a distintas formas de ser, creo que reside su potencia real.

Trabajas con papeles que guardaste por años. ¿Qué importancia tiene para ti ese archivo íntimo?

Ese archivo íntimo es como un cuerpo que nunca deja de transformarse. Guardo papeles, imágenes, fragmentos, no solo por apego material, sino porque siento que cada uno tiene algo valioso que aún no se ha agotado. En ese sentido, soy un poco acumulador, conservo todo lo que tenga el potencial de volver decir algo nuevo en otro momento.

El trabajo se recicla a sí mismo constantemente. Nada está completamente terminado, un proyecto se filtra en el siguiente. El proceso de impresión, además, permite que esas capas se contaminen, que lo anterior atraviese lo actual sin necesidad de explicarse del todo.

Es una narrativa sin fin, hecha de desvíos, repeticiones y residuos. Me interesa mucho esa idea de que el archivo no es un lugar de orden, un espacio donde las cosas esperan su momento para volver a ser activadas, bajo otra luz, con otra intención. Y así, el trabajo nunca empieza ni termina del todo. Solo sigue respirando.

Tus materiales parecen tener voluntad propia: se filtran, resisten, se desbordan. ¿Has aprendido a escucharlos como se escucha a un cuerpo?

Sí, totalmente. Trabajar con papel, para mí, es una experiencia profundamente corporal. Para mí, trabajar con papel es como trabajar con una piel que siempre está en movimiento. El papel cambia según la humedad, la temperatura y el tiempo. Se estira, se encoge, se arruga y a veces resiste o se rompe. No es solo un soporte estático, tiene su propia “vida” y responde de formas diferentes cada vez que lo toco.

He aprendido a prestarle atención como lo haría con un cuerpo, entendiendo que no siempre reacciona igual. A veces es fácil trabajar con él y otras veces ofrece resistencia. Me interesa dejar que el papel haga lo que necesite hacer, que siga su propio ritmo dentro del proceso. No intento forzarlo, sino que dejo que el papel y yo encontremos juntos cómo avanzar.Cada hoja ya tiene una historia antes de que la use. Cuando la incorporo al trabajo, no solo cambio el papel, sino que también aprendo y me adapto durante el proceso. Es una relación práctica donde el material y yo trabajamos juntos y nos influimos mutuamente.

Visita su expo en Kurimanzutto (Gobernador Rafael Rebollar 94, San Miguel Chapultepec) hasta el 19 de julio 2025.