“Las famosas quesadillas y antojitos de Polanco” están en un local sobre Emilio Castelar y esa frase decora el toldo de su entrada. Son las quesadillas María Isabel y muchos las conocen bien desde 1965. Su clientela es una mezcla de vecinos que piden cantidades industriales de quesadillas fritas para llevar y los que recorren la ciudad para comerlas en el restaurante. Los fines de semana casi siempre hay fila.

quesadillas María Isabel en Polanco

Antes de ser los antojitos fritos más concurridos de la zona, María Isabel era una modesta recaudería. Vendían frutas, verduras y para completar ingresos, las quesadillas. Con los años, las últimas superaron en ventas a las verduras, entonces el dueño compró los dos locales de al lado y los llenó de mesas.

En María Isabel las quesadillas van fritas y son de masa gruesa. Uno las pide anotando las cantidades en el papelito que pasan las meseras apuradas, que siempre tienen más clientes que atender. Hay de carne, champiñón, rajas con queso, papa con chorizo, huitlacoche, sesos, picadillo… todas cuestan 26 pesos.

quesadillas María Isabel

quesadillas María Isabel

Son pequeñas, pero bien atiborradas de 14 tipos de guisados, más las variaciones. También hay sopes, tostadas y flautas, y aunque la mayoría va exclusivamente a comer las quesadillas, dicen que las tostadas de pata son mejores que las legendarias del mercado de Coyoacán.

Para acompañar, cada mesa tiene sus dos molcajetes de salsa verde cruda, con pedacitos de cilantro, y crema de rancho. Cuando uno pide para llevar está la opción de agregar medio litro de la crema o medio litro de la salsa. De tomar hay refrescos, café de Chiapas, jugos y chocomilk en las mañanas. También las dos aguas inherentes a cualquier antojería: de horchata y de jamaica.

quesadillas María Isabel

Por lo que cuentan, las quesadillas de María Isabel siguen igual desde hace muchos años. Las mismas mesas azul clarito y las mismas paredes de baldosas del color de la crema; algunas están firmadas por los famosos visitantes del local. Lo poco que acomodaron a la naturaleza del barrio es un valet parking que ofrece sus servicios en la puerta de la entrada, y unas cuantas sillas para los que hacen fila. Muchos de ellos saludan por nombre a las meseras y ya saben muy bien su pedido. No por nada llevan más de 50 años pidiendo lo mismo. [snippet id=”58570″]

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