Las osterías tienen una historia de larga data en la ciudad. Sin embargo, siempre es una buena noticia que se inaugure alguno de estos espacios en un rincón de la CDMX porque significa, si se hace bien, un safe space para todos aquellos oficinistas que lo rodean. De hecho, el caso de Matti es ejemplar. Apenas con cinco meses abiertos, ya son el referente de muchos vecinos. Extrañamente, no es un lugar que se atasque de extranjeros —aunque los hay—, sino de un refugio del calor y el cansancio que provoca ser Godínez, por ejemplo, en Paseo de la Reforma.
Llegar a Matti es sencillo. Ubicado en la calle de Londres, una de las más bonitas de la colonia Juárez, su cocina y bar abiertos invitan a cualquier comensal a preguntarse por lo realmente mágico de toda la escena gastronómica: ¿cómo se preparan nuestros alimentos?, ¿cuáles son los cuidados, los procesos, las recetas inamovibles y las que se reinventan cada vez que se puede? En Matti todo invita a la exploración. Empezando, quizá, por el nombre que viene de una carta del tarot. El “Matto” —la carta 0— significa “Loco”, pero en el mal sentido de la palabra sino haciendo referencia a alguien que se guía por la persecución de sus sueños. Aquí, todo parece una posibilidad, todo es parte del inicio de algo: una relación, una amistad, una conversación que derive en planes a futuro.
Lo mejor es ir acompañado para probar las pizzas deliciosas (hechas con una masa que no provoca inflamación), como la de trufa o la de higo. Las focaccias son la materialización de la perfección. Además, tienen pastas hechas con el cuidado y la calidez que solo otorga la labor artesanal. Todo se hace en casa, al momento. Las hay al limón con ostras, o en salsa de jitomate. Las entradas, por supuesto, no pueden faltar: la mejor de todas, sin miedo a equivocarme es la ensalada caprese con pesto.
Los postres merecen mención aparte, le dan al oficinista renegado una razón más para vivir. El cheesecake quemado o tarta vasca con mermelada de granada es un tesoro elevado a la máxima potencia; sin embargo, el verdadero tesoro de Matti es el merengue con frutos rojos. Cargado de azúcar y deseos por cumplir, este merengue es la porción perfecta de energía que cualquier persona necesita un miércoles por la tarde. Aunque está rodeado de oficinas, en Matti no se siente una vibra pesada sino todo lo contrario: es perfecto para escapar del horario estricto al que estamos acostumbrados a trabajar.
Pero no podría ser ostería sin una dedicación casi quirúrgica a los vinos del menú. Probamos un prosecco rosé de La Marca, una etiqueta casi desconocida pero con un sabor increíble, y un tinto de La Planta que era perfecto para la hora de la comida: ni tan fuerte pero tampoco tan suave. Quizá el verdadero privilegio sea la sobremesa, ese ratito después de la comida reservado para que los chismes se amenicen con un martini o un espresso tonic. Aquí, los drinks son especialidad, pero sin olvidar a quienes no toman alcohol, por lo que hay mocktails tan dignos que hasta se olvida uno del piquete.
@matti_osteria
Londres 49, Juárez