sala de ciegos
5 de mayo 2018
Por: Carolina Peralta

Un jardín y una biblioteca para ciegos: otra razón para amar la Ciudadela

Un jardín de plantas aromáticas y una instalación sonora son la antesala a este espacio mágico, silencioso, que no se parece a otra biblioteca en la ciudad.

La Ciudadela es una ciudad aparte; una “ciudad chiquita” como su nombre lo dice, y mágica, como su nombre suena. En este pedazo del Centro queda lejana la inercia del comercio de los alrededores, dividido en un mercado de artesanías sospechosamente tranquilo, una plaza que a veces es pista de danzón, bibliotecas personales de escritores como Monsiváis o Alí Chumacero, y un museo donde todo se trata, deliberadamente, de la imagen. La Ciudadela es como un volcán durmiente y su núcleo una sala para ciegos, donde los sentidos son otra cosa.

El jardín de olores es antesala a la biblioteca. Además de hierbas aromáticas tiene una instalación sonora que hizo Manuel Rocha.

El olor de las flores y hierbas aromáticas del jardín se detona con la lluvia.

Entre los que ven y los que no vemos hay un mundo. Este espacio es de los pocos puentes que hay entre estos dos; esos que comunican pero también replantean qué implica mirar. De la sala para ciegos uno sale con menos certeza de qué lado está. El recorrido comienza en un jardín de flores y hierbas aromáticas como lavanda, cedrón, albahaca o hierbabuena, que diseñó Jerónimo Hagerman y es antesala a la biblioteca. El silencio de este lugar quizás no existe en otra parte de la ciudad.

Dos mundos

Decía Braille sobre los ciegos, “no necesitamos piedad ni que nos recuerden que somos vulnerables. Tenemos que ser tratados como iguales, y la comunicación es el medio por el que podemos conseguirlo”Luego, inventó el sistema de lectura que curiosamente permite la comunicación contemporánea: el braille es antecedente del sistema binario en el que está basada la informática.

La ceguera es la segunda causa de discapacidad en México; aquí viven más de un millón de invidentes y débiles visuales. Y es verdad que las discapacidades son puntos ciegos de la ciudad, por ello este un proyecto especial, y por especial (y raro) necesario.

El TALLER |Mauricio Rocha + Gabriela Carrillo| se encargó de la construcción de la biblioteca y todo está precisamente diseñado: la luz es tenue y amarilla, las texturas varían, los materiales crujen, los colores contrastan (café y amarillo) y los olores son fuertes: el mobiliario, que diseñó Cecilia León de la Barra, es sobre todo de caoba y piel. En esta calidez, los ciegos o débiles visuales pueden escuchar un audiolibro, leer, socializar o consultar internet con un lector de pantalla especial.

Para quienes llegan por primera vez, los bibliotecarios ofrecen un recorrido por la sala y explican los servicios que ofrece, el contenido y las formas de trabajo. Esto con el fin de que más adelante consulte, por su cuenta, el catálogo de libros en braille o audiolibros, busque el ejemplar de su interés con el apoyo de un bibliotecario (la colección está ordenada topográficamente), utilice los  lectores electrónicos, el amplificador de textos y las computadoras.

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