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14 de enero 2021
Por: Diego Cera

Así nació Azcapotzalco, uno de los muchos corazones de la ciudad

Pocos lugares de la ciudad nos gustan tanto como Azcapotzalco, allí se come y se camina muy a gusto, por eso quisimos hacerle un homenaje.

De todas las alcaldías de la ciudad, si existe una con la que deberíamos de estar especialmente agradecidos, esa tendría que ser Azcapotzalco. Según la tradición mexica, fue allí donde nació el maíz con el que Quetzalcóatl alimentó a los primeros seres humanos. Por eso, no es de extrañar que esa zona se haya convertido en el modelo a seguir para lo que, después sería la gran Tenochtitlán. 

El origen de Azcapotzalco

Desde la prehistoria, la zona en la que está asentada la alcaldía goza de suelos muy fértiles. Según registros arqueológicos, este era uno de los lugares más socorridos de los grupos nómadas en el periodo Paleoindio. Allí se han encontrado puntas de lanza hechas de piedra que indican la presencia de cazadores y recolectores en la zona.

A la derecha se ve Tezozómoc con su hijo Cuacuapitzáhuac. Foto: Arqueología Mexicana

Más adelante, en el periodo Preclásico formativo —alrededor del año 200 a.C.—, durante el apogeo de Teotihuacán, aparecieron los primeros asentamientos importantes en lo que hoy ocupan las colonias de Santa Lucía Tomatlán, Santiago Ahuizotla y el pueblo de San Miguel Amantla. Estas pequeñas aldeas se dedicaron principalmente a la agricultura y las artesanías, actividades que perduraron mucho tiempo después de que fueran conquistados por los mexicas. 

Códice de Azcatitlan. Foto: Academia Mexicana de las Ciencias

Antes de que Tenochtitlán alcanzara su esplendor, el señorío de Azcapotzalco estaba en manos de los tepanecas, un pueblo tan bien organizado que incluso sirvió como modelo para el naciente imperio mexica. De hecho, a comienzos de siglo XV, bajo el mando de Tezozómoc, los tepanecas sometieron a los mexicas tlatelolcas, a los mexicas tenochcas y a la mayoría de los pueblos del Valle de México.

Guerra de Azcapotzalco. Foto: Biblioteca Digital Mundial

El origen del maíz y la humanidad

En 1472, tras la alianza de los señoríos de Tenochtitlán, Texcoco y Tacuba, el territorio de Azcapotzalco pasó a ser parte del imperio mexica. La mayoría de los tepanecas fueron asesinados o vendidos como esclavos, aunque quienes lograron volver a asentarse en la zona se dedicaron a la artesanía y la agricultura. 

Aún cuando los antiguos pobladores de Azcapotzalco no eran agradables para los mexicas, las tierras donde se asentaron tenían una carga simbólica muy importante para su cosmovisión. Según el Códice Chimalpopoca, las hormigas de esta demarcación revelaron a Quetzalcóatl la existencia de maíz en Tonacatépetl, un cerro sagrado custodiado por los tlaloques, ayudantes de Tláloc.

Escudos de los pueblos que formaron la triple alianza.

Para poder hurtar los granos con los que alimentaría a los primeros hombres, Quetzalcóatl se disfrazó de hormiga y engañó a los guardianes para que no le hicieran mucho daño. De ahí que el nombre de la alcaldía signifique “En los montes de hormigas” y su glifo sea una hormiga rodeada de granos de maíz.

Qué significa chintololo

Sobre el gentilicio de Azcapotzalco, hay quienes dicen que surgió justo después de la caída de los tepanecas. Según el arqueólogo José Antonio Urdapilleta Pérez, la palabra chintololo viene de los vocablos nahuas chintli (asentaderas) y tololontic (redondo), lo cual se traduce como “el de las asentaderas redondas”.

Este apodo inició como una burla a los campesinos tepanecas que seguían viviendo en Azcapotzalco. Debido a su trabajo, la mayor parte del tiempo se la pasaban agachados y el aire entraba debajo de sus prendas, dándoles un aspecto hinchado.

Otra teoría apunta a que el término en realidad se refiere a las habilidades artísticas de los Tepanecas, quienes eran famosos por sus trabajos en piedra y cerámica, apreciados hasta bien entrado el periodo colonial. 

La estatua de José José en Clavería. Foto: Local.Mx

Dicen que en los años sesenta, un conocedor de la cultura maya trató de darle un nuevo significado y propuso la teoría de que chintololo se compone de las raices Chintun (piedrecita) y T’otl (grabar), que da como resultado “Los que graban las piedrecitas”. Aunque, la mayoría de los chintololos apoyan la primera teoría porque incluso su topónimo, la hormiga, parece una persona agachada.

El arte y las flores de Azcapotzalco

Debido a la habilidad de sus artesanos, Azcapotzalco se convirtió en un sitio pintoresco durante la colonia. Sus alfareros, que conocían bien las técnicas para trabajar con barro y cerámica de distintos colores, pasaron de fabricar elementos religiosos y rituales a producir jarros, a hacer piezas de alfarería muy fina para las familias acaudaladas de la Nueva España. 

Foto: La Ciudad de México en el Tiempo

A pesar de que el crecimiento del pueblo era inminente, muchos de sus antiguos pobladores se negaron a dejar de hablar náhuatl y a convertirse en la servidumbre de las familias españolas. Mientras tanto, las viejas construcciones tepanecas y los templos mexicas poco a poco le dieron paso a las muchas iglesias que hay en la zona. 

Teatro Popular Virginia Fabregas. Foto: La Ciudad de México en el tiempo

La iglesia dominica de Felipe y Santiago, por ejemplo, tiene por cimientos los restos del antiguo teocalli tepaneca. Por cierto, en la torre de este templo hay una hormiga colorada que representa a Quetzalcóatl en su búsqueda de maíz. Según la leyenda, el insecto se mueve un poco cada año y el día que por fin alcance la punta del campanario, se acabará el mundo como lo conocemos.

Foto: El fonógrafo

Atrio de la Parroquia de los Apóstoles Felipe y Santiago. Foto: Grupo Tlahtoque de Cronistas y Narradores de Azcapotzalco

Debido a las vistas tan agradables que ofrecía Azcapotzalco, muchas familias acomodadas de la Nueva España decidieron ir a vivir allí. Todavía a principios del siglo XX, durante el porfiriato, muchas personas compraron terrenos para construir casas ostentosas al puro estilo francés, muchas de las cuales todavía permanecen en Clavería. No les importaba convivir con los agricultores de la zona, porque sabían que incluso sus campos rebosaban de belleza. 

Hacienda de Clavería. Foto: La Ciudad de México en el Tiempo

Antes de que el Mercado de Jamaica se convirtiera en la meca de los floristas, de Azcapotzalco salían casi todas las flores y plantas que embellecían a la ciudad. Sus productores abastecían a los locales de la Merced y el Mercado Juárez. No debe sorprendernos entonces que ahí se hayan establecido los Matsumoto, una de las familias de floristas más famosas de México y cuyos terrenos luego se convirtieron en nuestro querido Parque de la China.

Tatsugoro Matsumoto a quien, entre muchas otras cosas, le debemos las jacarandas de la ciudad. Foto: Colección familia Matsumoto

La industrialización de Azcapotzalco

Por otro lado, Azcapotzalco también tuvo su papel en la industrialización de la ciudad. En 1929, el gobierno acondicionó 50 hectáreas para convertirlas en la Zona Industrial Vallejo. Ahí operaron fábricas, almacenes, talleres y oficinas, pero no fue hasta 1944 que el presidente Manuel Ávila Camacho lo inauguró oficialmente.

Zona Industrial de Vallejo. Foto: Armando Salas Portugal vía Vallejo-i

Rastro y frigorífico del Distrito Federal. Foto: Armando Salas Portugal vía Vallejo-i

Corrales del Rastro y frigorífico del Distrito Federal. Foto: Armando Salas Portugal vía Vallejo-i

Ese mismo año  también inauguraron la Refinería 18 de Marzo —hoy el Parque Bicentenario— y la clausuraron en 1991. Además, los trabajadores de este complejo le dieron origen a las famosas petroleras, platillo típico de la alcaldía. La alcaldía también alberga a La Raza, uno de los hospitales más importantes del país y que hoy es uno de los principales bastiones contra la COVID-19.

Hospital La Raza. Foto: La Ciudad de México en el tiempo

Refinería de Azcapotzalco. Foto: Armando Salas Portugal vía Vallejo-i

Con todo, podemos decir que Azcapotzalco es uno de los muchos corazones de la ciudad. No importa por dónde lo veamos, pensar en esta alcaldía y en sus ocho barrios siempre nos lleva a recordar una caminata en el orquidiario del Parque Bicentenario; a imaginar a José José cantando a media noche en el Parque de la China; o a una comida deliciosa en Nicos o las Petroleras. Por eso lo queremos mucho. 

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