“Para poder comprender al barrio, primero hay que recorrerlo y, sobre todo, saber amarlo”. El romance de Armando Ramírez con la ciudad no sólo está en los libros, sino en las expresiones artísticas de zonas como Tepito y la Lagunilla que, ya sea por miedo o desidia, todavía permanecen ocultas para algunos capitalinos.

Armando Ramírez y la belleza de Tepito

Armando Ramírez fue uno de los fundadores del Colectivo Tepito Arte Acá, que se encargó de retratar la vida diaria del barrio en enormes murales donde aparecen las figuras tepiteñas por excelencia: el bolero, el mecánico, la vendedora –que recuerda a la entrañable Lourdes Ruiz, nuestra reina del albur– o el boxeador. Armando los conoció a todos de primera mano. De hecho, algunas fueron parte de su familia.

Cuando no estaba en los gimnasios de boxeo con su padre, pasaba sus días de infancia caminando el barrio y enamorándose de él. Entre los puestos del tianguis y las vecindades que en los sesenta rebosaban de teporochos, vendedores y rateros, Armando encontró su vocación. Desde muy joven comenzó a retratar a Tepito sin ponerle ni quitarle detalles. Por más que uno lo intente, no se puede embellecer de súbito un lugar conocido como “el barrio bravo”, pero sí descubrir el encanto entre sus impurezas.

El cronista de Tepito publicó su primera novela Chin chin, el teporocho (1971) cuando tenía 19 años. A pesar de no tener una formación literaria, Armando se convirtió en una suerte de Mark Twain del barrio. Sus personajes son sinceros y escapan de las buenas costumbres y encaran su lugar en la marginalidad. Son borrachos, vagabundos, policías, dealers y drogadictos que conviven todos los días con los diableros y vendedores. Al final de cuentas, son figuras que existen y hacen al barrio. Ignorarlas sería un enorme error.

Caminante apasionado

Déjame (2019) no sólo es un homenaje a un romance supuestamente ficticio (suyo) que nació en la Casa España del Centro Histórico, sino una muestra de la devoción que el cronista de Tepito le tenía a la ciudad donde la arquitectura de tres épocas se fusiona en un híbrido aparentemente violento, pero de naturaleza cálida.

En sus crónicas habitan los personajes más oscuros de la ciudad, aunque eso no significa que los textos sean desgarradores o tengan una carga negativa. No es un secreto que lo fascinante de Tepito es que en su marginalidad nace una parte importante del folklor citadino. Es por ello que, por medio de sus crónicas y novelas, Armando Ramírez nos enseñó que sólo se pude amar y descubrir la ciudad si la caminamos de punta a punta. Nos otorgó el permiso de perdernos entre sus grietas más profundas.

La vida es breve, decía, por eso usted sea feliz. Total ¿qué tanto es tantito?

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