Era 1958 y el gobierno del entonces Distrito Federal decidió comprar algunos elefantes para el zoológico de Chapultepec. Cuatro jóvenes elefantes llegaron del zoológico de Miami, que como atención a la compra también obsequió a México una elefanta de 30 años que antes había trabajado en el Circo Ringling Brothers. Se llamaba Judy y fue la protagonista de una fuga inverosímil con final triste, que algunos veteranos de la Santa María la Ribera todavía recuerdan, en el catálogo (siempre en aumento) de cosas inexplicables de esta ciudad.

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Las elefantas llegaron en el tren de Laredo a la estación de ferrocarril de Buenavista sin complicaciones, pero pasadas las 12 de la noche, inquietas con el ruido de carros y silbatos escaparon del control de sus domadores Charles Butler y Robert Paradise. Judy se separó de sus compañeras y recorrió asustada la colonia Santa María la Ribera destruyendo coches y algunos negocios a su paso. Policías y reporteros fueron enviados a rastrearla mientras localizaban al domador, que seguía ocupado con las otras cuatro fugitivas.

La visión de un elefante perdido en medio de la capital causaba enorme revuelo. Como contó Carlos Martínez Assad en su crónica de la fuga, un hombre que regresaba a casa en compañía de un amigo y de su familia, encontró a Judy justo en la intersección de Carpio y Cedro. Imprudentemente intentó calmarla y, cuenta la historia, la tomó por la cola. La elefanta, enfurecida, lo pateó con una de sus patas traseras, lo empujó con la trompa y lo pisó, hasta dejarlo sin vida. El hombre, que tenía 62 años y se llamaba Carlos Cruz García.

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El ruido de las sirenas, las luces y los gritos de la multitud no hacían más que empeorar la agitación de Judy, que amenazada continúo una huida que ya llegaba a la colonia Anáhuac. En la calle Laguna del Carmen sus domadores lograron atarla con cadenas a un árbol. Eran alrededor de las 3 am cuando el domador tuvo que dejar a Judy encargada con unos policías para ir a buscar a los otro cuatro elefantes, que habían atrapado en otra zona de la ciudad.

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Al volver, encontró a Judy asediada por un grupo más grande de reporteros, patrulleros y granaderos. Como estaba tan estresada, al intentar subirla al camión que la llevaría de vuelta al zoológico, la elefanta escapó de nuevo. Pasó el Jardín Salesiano, pasó la calzada México-Tacuba, y terminó en el Callejón de la Luz. Aunque la tenían ubicada y parcialmente cercada, nadie podía tranquilizar ni controlarla.

A las seis de la mañana el secretario del entonces Regente de la Ciudad Ernesto Uruchurtu, comunicó al Director del Bosque de Chapultepec que era necesario sacrificarla. Varias balas derribaron el triste espectáculo de una elefanta encadenada que, aunque agotada, luchaba por mantenerse de pie. Judy murió a las 6:05 de aquella demencial madrugada.

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