Entre tiendas de importación nuevas que inundan la calle Tacuba, en el Centro Histórico
, se encuentra un establecimiento de casi cien años, sus letras art deco te reciben diciendo “perfumería”. Con muros de mármol y vitrinas que dan a la calle y exhiben fotografías del edificio a través del tiempo. Hablamos de la perfumería Tacuba 13, en la calle homónima.
El primer paso dentro de la tienda hace que experimentes algo parecido a ser deslumbrado. Así, pero a través de la nariz. Como chocar de frente con algo invisible. Es un olor muy fuerte, pero no es desagradable. A la izquierda hay varias hileras de frascos grises rotulados según su contenido. “Flor de loto”, “jazmín”, “aroma de café”, “ámbar semi sólido”. Frente a mí, un pasillo abarrotado de personas.
El encargado de la tienda, el señor Manuel, es la primera persona con quien hablo. Cuando le digo que quiero escribir sobre esta perfumería, se sorprende un poco. Se sorprende más cuando añado que no sé nada de perfumes.
Casi un siglo de perfumería en la calle Tacuba
Lo que ahora es una tienda en la calle Tacuba, no únicamente de perfumería sino de productos de belleza, inició como un establecimiento de botánica y esencias. Este fue el primer lugar encargado del olor corporal de las personas en esta ciudad. Eso fue hace casi un siglo. La ciudad era otra pero la tienda ya era la misma.
Manuel explica que, al ser una tienda de perfumes tradicionales, lo que más observa es que los perfumes –los olores– se heredan. “Aquí vemos a muchos padres venir con sus hijos a comprarles la primera loción, o madres que les regalan un primer perfume a sus hijas, o personas que vienen para buscar la fragancia que usaban sus familiares”.
Como un camino que te lleve de nuevo a tus padres, a tus abuelos, o a algún momento distinto, los perfumes son un mapa para la memoria. Así como los gestos o el tono de la voz, son una forma de decir de dónde vienes y una forma de comunicarte con el otro. También son una forma de declarar pertenencia.
El señor Manuel me cuenta que desde que trabaja en este negocio su sentido del olfato se ha agudizado, sobre todo estando en la tienda, no soporta ya algún olor que considere desagradable. Y sólo puede usar su propia loción el día que no trabaja, el domingo para él seguramente huele a agave, a su familia, a un perfume floral para su esposa, imagino cuando en unos años lleve a su hijo por su primera loción.
Secretos aromáticos de Perfumería Tacuba 13
Mientras sigo viendo los letreros con pintorescos productos, semen de ballena, hot cakes, él se retira. Se despide diciéndome que puedo hablar con una mujer que está en el mostrador de perfumería fina si aún tengo preguntas. Ángelica se encuentra detrás de tal mostrador. Cuando le pregunto cuánto lleva trabajando en el área de perfumería, responde amable. “El destino me trajo a trabajar en la perfumería hace casi veinticinco años”, dice.
Llega una señora mayor mientras hablamos, le pide un perfume como el que trae puesto en la mano, así que la acerca a la experta nariz de la mujer que ha dedicado su vida a los perfumes. Observo curiosa la ruptura del espacio personal, pero también la capacidad de distinguir un olor en un espacio que está tan impregnado de esencias, ya que la señora mayor se va. Una vida entregada a los perfumes a cambio de una biblioteca de aromas en el cerebro. Parece un buen intercambio.
Ángelica dice que “las personas grandes vienen para oler recuerdos, los buscan, los jóvenes en cambio, buscan lo nuevo, lo frutal”. Como las estaciones, la primavera es la juventud. Que los perfumes estimulan el cerebro se comprueba porque ahora tengo muchas preguntas. Es difícil elegir una. Angélica me parece tan sabia que le pregunto qué opina en general del perfume. Qué deberíamos saber de una mujer que trabaja y vive entre ellos, cómo convence a las personas de qué comprar, cómo oler.
¿Hay algo raro en este negocio, algo que no puedo imaginar? ¿Qué extrañezas esconde esta perfumería en la calle Tacuba? Angélica ríe. No puede contarme algo peculiarmente raro, dice. “Diariamente pasan cosas tan particulares, no podría quedarme con una”, asegura. Aún tengo dudas.
La psicología del olor
Se queda en silencio unos momentos antes de volver a mis preguntas. Cuando responde, aflora el origen de los perfumes: el amor. Ella apunta: “El amor es algo químico, eso es algo que he aprendido aquí, las personas vienen buscando olores que enamoren, o buscando aromas para tener sexo. ¿Nunca te ha pasado que vas caminando, hueles a alguien y te enamoras?”
Me quedo un poco sorprendida con su pregunta. Medito mi respuesta. “Sí, que no le ves la cara pero sí lo hueles y ya que lo ves se te cae esa idealización, eso pasa mucho con el olor y el enamoramiento, si no te gusta cómo huele la persona, eso se acabará más pronto que tarde, si al revés, te gusta mucho cómo huele, qué difícil va a ser separarse”. El amor, el ritual del olor, las relaciones. La curiosidad me gana. ¿Funcionan esos perfumes para atraer personas?
“No, cómo crees, pero lo que sí pasa es que cuando alguien se convence de que ese olor les funcionará para conseguir sexo, muchas veces sí pasa, es como subirles la autoestima, también esa es la motivación para vender perfumes y esencias finas”. Hay algo de psicología en los perfumes.
Los aromas del pretérito
Agradezco el tiempo, la sabiduría y confianza de ambos. Me dejan tomar fotografías dentro del lugar. Salgo de la perfumería, a ese asalto a los sentidos llamado Centro Histórico. Tras unos pasos sobre la calle Tacuba, no resisto la urgencia de olerme. Aspiro fuerte. Trato de capturar con las fosas mi propio aroma entre los olores de la ciudad.
Recuerdo a una niña que conocí cuando teníamos diez años. Su casa y ella olían a sopa, era característico, confortable. Pienso en el olor de la casa de mi madre, con su perfume de siempre y el olor del pasto. Pienso en la primera loción que recibió mi hermano menor, la mirada que compartimos mi padre y yo, como diciendo “ahora ha crecido”.
Sigo caminando por la calle mientras me huelo, lo cual es de alguna forma desagradable y familiar. Mientras viajo en el metro de regreso a mi casa sólo puedo ir olisqueando, cerrando los ojos de vez en cuando. Imaginando el mundo a través de ese olor a fijador de cabello, perfume dulce, a rímel, a sudor. Me nacen más preguntas. ¿A qué olería esta ciudad hace cien años, cuando la perfumería Tacuba 13 era apenas una idea?