cartografia
11 de junio 2018
Por: Paulina Lopez

Museo de Cartografía, el templo en el periférico que llevamos la vida viendo sin saber qué es

El Museo de Cartografía es esa especie de templo o iglesia que todos hemos visto desde el periférico y que se encuentra entre rejas. Es un lugar fascinante que ahora está a cargo del ejército y tiene cientos de mapas antiguos de la ciudad.

Para llegar al Museo de Cartografía uno necesitaría un mapa. O al menos indicaciones más claras de cómo llegar ahí, porque pareciera que es una isla entre la lateral del periférico norte y la misma avenida –Es esa especie de templo o iglesia que todos hemos visto desde el periférico y que se encuentra entre rejas. Para llegar ahí uno debe caminar por debajo del puente que cruza el periférico y justo de frente está la entrada. 

Los franciscanos descalzos construyeron y fundaron este convento en 1686, y allí dentro había un claustro (Dieguino), una iglesia, una capilla y una biblioteca rodeada por un huerto. El templo ahora es considerado monumento histórico y se adaptó en 1997 para albergar al Museo Nacional de la Cartografía a petición de la Secretaría de la Defensa Nacional. Es algo muy extraño por dónde se vea, y también muy hermoso. No hay como la cartografía para enamorarse del mundo.

A través de la historia hemos usado la cartografía como metáfora visual, explicación científica y obra de arte. Mucho del sentido de nuestras vidas tiene que ver con estas líneas imaginarias que se han trazado para representar el espacio que habitamos. Por ello ver cómo han cambiado los mapas de México, de Tenochtitlán, de los ríos y calles que usamos a diario es una manera de intensificar nuestro romance con la Tierra. 

El museo es de un solo piso y está dividido en 12 áreas, como la de “códices cartográficos” donde están las imágenes precursoras a la cartografía como pinturas rupestres o el Mapa de Uppsala: una de las primeras representaciones cartográficas de México-Tenochtitlán. También hay una sección especial de mapas de la Ciudad de México y su evolución. Entre cada área hay un texto introductorio seguido de vitrinas con mapas, artefactos, coordenadas y planos.

Cada vitrina muestra cómo el ser humano se ha orientado o ha buscado la forma de localizar espacios. Los mapas a través del tiempo de la ciudad son nostálgicos, rayan en la memoria de quien estuvo ahí y ha podido ver el cambio. Para quienes no estuvimos ahí, esa imagen funge como prueba del cambio fundamental en la manera de concebir el espacio. 

Una de las últimas secciones del museo está dedicada a los instrumentos fotogramétricos que sirvieron para hacer los trabajos de restitución por medio de fotografías aéreas. Aquí uno puede encontrar desde reglas básicas hasta computadoras que usaron para hacer mapas de la ciudad. Además, los jardines del museo son amplios, verdes y se respira cierta tranquilidad a pesar de estar en medio de una de las vías más concurridas de la ciudad. 

Los mapas nos ayudan a encontrarnos en un punto, a visualizar algo que está perdido o esparcido en la ciudad (como el mapa para localizar jacarandas), y este pequeño templo en medio de un ir y venir de coches es mucho más importante y simbólico de lo que parece.
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