La historia de la galería kurimanzutto no se resume a lo que han expuesto entre cuatro paredes. Basta recordar su primera muestra en 1999, Economía de mercado, en el Mercado Medellín, en la colonia Roma y la cual consistió en la venta de piezas que trece artistas realizaron a partir de la materia prima del lugar. En esa ocasión el artista Rirkrit Tiravanija cocinó un curry para todos los visitantes en uno de los locales de comida. Sí, comer juntos también puede ser considerado una acción artística.

Más de una década después la galería es una de las más prestigiadas de México, sin embargo, no ha abandonado el interés —presente en la producción de los artistas que representa— de realizar exposiciones en espacios públicos. En paralelo a Extinción de dominio de Jonathan Hernández, que tiene como sede el cubo blanco, actualmente presentan Araki en la Cantina Ardalio, exhibición individual del fotógrafo japonés organizada por Abraham Cruzvillegas.

Araki, exposición fotográfica

Araki, vista de la instalación. Foto: PJ Rountree

Al entrar al recinto, entre la música y las bolas de cerveza clara y oscura, se encuentran imágenes de desnudos en color, comida y flores radiantes. Una baraja sirve como soporte para fotos dedicadas a la relación entre Eros y Tanatos, las cuales también aparecen en pruebas de impresión distribuidas en las paredes de la cantina, la cual escogió Cruzvillegas como sede por ser un lugar que él mismo frecuenta.

La elección del sitio no es sólo un capricho del artista mexicano. Si bien una cerveza puede ser un pretexto para realizar una pausa en la cotidianidad, una fotografía también representa otro tiempo, congelado en la lejanía, que funciona como escaparate para el sujeto contemporáneo que busca interrumpir, en refugios espaciales y reticulares, el ritmo diario donde hay más obligaciones que horas al día para realizarlas.

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Araki es una exposición interesante no sólo por el fabuloso imaginario del artista, famoso por retratar el bondage y lo íntimo, el love hotel y a Lady Gaga, Araki llama la atención porque ofrece un territorio distinto al arte. Si hace cien años el marco en el cuadro o el pedestal en la escultura era lo que indicaba que se estaba ante una obra, ahora es el cubo blanco el que generalmente la dota de un aura que nos señala que el objeto o la situación que tenemos enfrente es algo más que un utensilio o un accidente.

La posibilidad de observar las fotos en la excepcional cotidianidad de la cantina genera un contraste con la neutralidad de la galería. La obra se traviste abriendo interpretaciones a partir de nuevas constelaciones que traen al frente su relación con las representaciones locales como el calendario de un desnudo por mes, las imágenes de estrellas de televisión que posan ante una cámara con un gesto aburrido por repetitivo y el periódico de nota roja y pornografía.

¿En qué se convierte Araki en este lugar?

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