En una ciudad que mide aproximadamente 1,485 kilómetros cuadrados, y que alberga a más de 22 millones de personas, un habitante cualquiera no puede entender mucho. La ciudad no está hecha para ser comprendida sino puesta en marcha. Para eso estamos nosotros: esos seres diminutos que construyen un vaivén cotidiano en algunos cuadrantes de su retícula y que, si acaso, llegan a conocer algunos barrios, algunas colonias, algunas vías rápidas a lo largo de su vida pero jamás al monstruo entero. Para eso están los miradores.

Aunque es verdad que esta ciudad se está volviendo vertical (pocas ciudades resisten ser un laboratorio de las alturas), hay algunos puntos más privilegiados que otros para asimilar la geografía. Creemos que toda ciudad requiere ser leída, recorrida y vista a contraluz para que se revele como realmente es, y por ello proponemos los siguientes miradores:

1. Atardeceres en Miralto

Un día claro, en que el aire no se sienta muy espeso, recuerda que este lugar es ideal para ver el atardecer. El Miralto es un restaurante pero lo mejor que ofrece, sin duda, es su vista privilegiada. Desde allí la ciudad se puede estudiar como quien estudia un mapa, y los habitantes parecen incansables hormigas recorriendo el centro. Pide un digestivo, recárgate y mira.

* Hasta agosto sólo podrás visitar su bar (desde donde se ve el norte de la ciudad), pues el restaurante se encuentra en remodelación.

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2. Monumento a la Revolución:

No sólo la vista es especial en este gigante de acero y piedra; la atmósfera de la plaza que lo acoge es también única y sin duda vuelve más rica la experiencia. Allí se reúnen a veces concheros, a veces slammeros de ska, cuyos ritmos confunden con el eco que provoca el bestial monumento. Mientras subes descubres sus entrañas de acero y cobre, densas y oscuras, y puedes sentir un ligero vértigo que te lleva hasta la cúpula.

* Recomendamos pagar un poco más por el recorrido completo y subir hasta lo más alto del monumento.

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3. Cerro de la Estrella, Iztapalapa:

Este parque nacional, en el (lejano) Oriente, debe su fama y mayor número de visitas a las representaciones que se organizan para los rituales de la semana santa. Pero lo cierto es que también es un punto clave para contemplar la ciudad. Conforme uno sube a la cima, el ruido urbano disminuye y la ciudad se aleja para luego volverse a posar frente a nosotros, pequeña y distante. Lo ideal es ir de día, y si se cuenta con la energía necesaria, visitar también el Museo del Fuego Nuevo, hacer senderismo o hasta un picnic.

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4. Mirador de Cuernavaca, desde las orillas:

Este lugar, más conocido por quienes viven en el Sur, es famoso por su impresionante vista nocturna. La visita es perfecta para fin de semana, pues se toma un pequeño tramo de carretera (que si no hay mucho tránsito puede ser muy agradable).

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5. Aterrizaje, en cenital:

Aterrizar en esta ciudad no es hazaña fácil. El aeropuerto se encuentra enclavado en la ciudad y, precisamente por eso, presenciarlo es siempre un acontecimiento. Sobre todo cuando el aterrizaje es nocturno, los pasajeros comparten un sentimiento entre ominoso y de pequeñez frente a las montañas y lagos (que parecen hoyos negros) de Valle de México que hacen a esta ciudad tan espectacular, tan familiar, tan irreconocible.

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