En Motín los platillos parecen estar iluminados. Los kiwis de los bowls de frutas, los huevos estrellados de los hot cakes, la crema batida con fresas y las moras de los waffles brillan tanto que parecen fotografías –unas de Martin Parr. Casi siempre la comida tan vistosa es plástico y congelados; aquí no. Motín es un nuevo lugar en la colonia Roma que prepara comida reconfortante pero bien hecha, para los días de antojos brillantes y coloridos.

Angélica Sosa está a cargo de Motín y se pasea entre las mesas saludando a todos y asegurándose de que la comida esté rica y bien presentada. El proyecto forma parte del mismo grupo al frente de Quesería de mí, un restaurante en Condesa, pero Motín tiene su propio estilo.

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El branding estuvo a cargo de Futura, así que el lugar está lleno de azules intensos, rosas pálidos y sillas de líneas rectas y perfectas. Las porciones de cualquier platillo son más que suficientes, de hecho, son bastante grandes. La carta está pensada para compartir (o llegar con mucha hambre) y hay todo lo imaginable para un desayuno voluptuoso, pero con un toque diferente por aquí y por allá.

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El pan francés lleva compota de frutos rojos, pero también crema de mascarpone al limón; los huevos benedictinos llevan el clásico baño de salsa holandesa, pero también salmón curado. Además tienen el plato de desayuno completo, que no deja espacio para nada más: dos hot cakes con ricotta, tocino, dos huevos al gusto y papas al horno.

Si uno no quiere abusar del antojo están los bowls de quinoa o el bircher müssli, receta suiza de avena preparada con leche de almendra, yogurt griego, manzana, almendras, fresa y miel. Un bowl  muy especial es el de açaí con miel de agave, granola y frutas.

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Los desayunos se sirven todo el día, especial para los antojos tardíos de waffles o chilaquiles, pero también tienen una carta de comidas ligeras y vinos mexicanos y extranjeros. Como el lugar es grande, hay buen internet, suficientes contactos de electricidad y un flujo constante de cosas ricas. Motín invita a quedarse un buen rato. Entre jugos de colores imposibles, rosas, azules, pan dulce y chilaquiles, a cualquier hora del día.

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