Hace algún tiempo nos enteramos que El Café Trevi tal vez desaparezca porque el edificio está a la venta. Los vecinos y habitantes se han movilizado para no tener que partir, y al parecer lo están logrando pero por el momento siguen en el proceso del litigio. Es muy probable que los dueños de los comercios del edificio (como Tortas Robles) logren imponerse y no perdamos los cafés lecheros o los neones de película, pero mientras esperamos la buena noticia, podemos visitarlo. Consumir, estar, ir a los eventos que planean como resistencia pequeña a su próximo desalojo.

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Café Trevi es rojo en las sillas, los manteles, los letreros y los uniformes de las meseras. Es rojo y lo sabemos desde lejos, viéndolo en su isla imperturbable y carmín en un Centro Histórico que cambia todo el tiempo. Desde su esquina de la Alameda brilla con su luz estridente y cinematográfica que encienden por las noches. Sin duda, es un rincón para los enamorados que se escapan a la fuente de Trevi, como Anita Ekberg y Marcello Mastroianni en la épica obra de nuestro queridísimo Fellini: La Dolce Vita.

 La cafetería está igualita de 1955, cuando el italiano Franco Pagano lo inauguró, y allí han ocurrido eventos memorables. Se reunieron, por ejemplo, Fidel Castro y el Che Guevara (al igual que en Café la Habana) y se filmaron más de 20 películas entre mexicanas y extranjeras.

Es alucinante sentarse en el Café Trevi y pensar en todos los personajes que han pasado por allí, en las memorias y anécdotas que alberga este enclave para los románticos de barrio. Familias, artistas, estudiantes, amantes y poetas amateur han pasado tardes y noches enteras aquí leyendo un libro, tomando un chocolate caliente, escuchando a alguna banda en vivo o disfrutando de la simbiosis gastronómica de su menú: platillos mexicanos e italianos.

Trevi

La especialidad de este café es provocar en la gente un cambio de ritmo. Dentro de la aceleración obsesiva contemporánea, ir a sentarse en una de sus sillas rojas provoca también un retorno a otro ritmo, a otras preocupaciones y a otras posibilidades de experimentar los espacios, las relaciones y los afectos, incluso con uno mismo. Sin duda, el Café Trevi conserva su autenticidad, su fluidez e idiosincrasia que permite una convergencia impredecible, ordinaria y al mismo tiempo mágica. Y no solo es su encanto el que hay que celebrar y respetar, sino también su enorme trabajo y posicionamiento de resistencia ante la presión gentrificadora por desalojar su edificio.

Café Trevi Cómo ayudar

* Para seguir y apoyar la labor de varios locales del Centro Histórico desalojados, puedes seguir a la Plataforma Vecinal y Observatorio del Centro Histórico y las redes sociales de Café Trevi. O lo más fácil, ve por un café y un spaghetti pronto para apoyarlos.