En la Condesa, donde todo parece estar dicho, Abyssmo aparece como una anomalía. No por su diseño, que es sobrio y minimalista; ni por su menú, que se concentra en productos del mar; sino por la forma en que se sostiene al margen del ruido, de la exageración, de la competencia por la atención. Aquí no hay conceptos sobreexpuestos ni frases ensayadas, a pesar de que es comida marina. Hay una cocina que confía en lo que hace sin necesidad de dar tantas explicaciones.
El restaurante ocupa una bodega rehabilitada sobre avenida Nuevo León, un espacio que otrora le pertenecía al antro que tienen como vecino. Cuando uno va al baño puede ser testigo de este cambio. No obstante, desde la calle, el restaurante casi se pierde. Adentro, la disposición es clara: una barra abierta que organiza el espacio, algunas mesas, luz natural que entra sin efectos por el gran ventanal con letras blancas dejando claro el nombre del restaurante. El ambiente se mantiene contenido. El movimiento viene del trabajo del equipo, que prepara y sirve con una eficiencia silenciosa, sin rodeos.
La propuesta está a cargo de Aram Abisahi, cocinero formado en Monterrey y en distintas cocinas fuera del país. No hay biografía en los muros ni discurso impreso en las cartas. Lo que uno recibe es un menú breve que cambia con las temporadas. Pescados, mariscos, vegetales. Ingredientes frescos, sin adjetivos extravagantes, en combinaciones que no intentan sorprender sino afinar la percepción.
Hay una almeja servida con yuzu y chile piquín que se presenta sin ornamentos. Un sueño hecho realidad. El arroz con pulpo no busca reinterpretar nada, aunque nos hace sentir en las nubes. La ensalada de tomates heirloom no llega como novedad, sino como una forma de recordar el sabor directo, sin intervención innecesaria. Lo que tanto queremos y tratamos de buscar en otras partes siempre ha estado aquí, en nuestro campo. La tostada de callo con parmesano puede parecer sencilla pero es, sencillamente, un favorito de la casa: la fusión de sabores, el encuentro de dos mundos (el callo de hacha con el queso), el crunch de la tostada. Todo está en el lugar correcto. Lo más especial de este lugar es que el menú no gira en torno a una idea fija, sino a lo que hay disponible. Y eso, en este contexto, es una forma de rigor.
Abyssmo no se disfraza de nada. No aspira a ser destino turístico ni punto de moda. Es un restaurante que trabaja con lo que tiene, que prefiere el ritmo del oficio al del espectáculo. La cocina está presente, pero no exige atención. Los platos llegan con exactitud, el servicio no interrumpe, el espacio permite conversar sin tensión.
Además de restaurante, el lugar se abre a otras posibilidades: eventos pequeños, colaboraciones con artistas, encuentros que no tienen aún forma definida. Hay libros en la estantería visible, como si además pudiera ser una biblioteca, un laboratorio de curiosidades culinarias. No lo anuncian como parte del concepto, pero sucede. Como casi todo en Abyssmo, ocurre con naturalidad.

En una ciudad donde la oferta gastronómica se define muchas veces por el exceso o por la estrategia, Abyssmo elige lo contrario: hay calma en este rincón, hay decisiones bien hechas, hay . No es un lugar escondido, pero tampoco está buscando ser descubierto. Está ahí, haciendo bien las cosas. Quien entra lo entiende.
@abyssmo.mx
Nuevo León 89, Condesa
Martes y miércoles | de 2 a 10 pm
Jueves a sábado | de 2 a 11 pm
Domingo | de 1 a 6 pm