“El blues es honesto y visceral. Y el buen blues sólo se agarra escuchando los discos viejos, a B.B. King, el rey del blues, a Willie Dixon y a Jimmy Reed”, dice Emiliano Juárez, una de las guitarras más sobresalientes del blues, el funk y el soul en México. Él forma parte del cuarteto Los Mind Lagunas, compuesto además por los mexicanos Alfonso Robledo, en la voz y el bajo, David Tanganelli, en la armónica, y Marcado Ricardo, brasileño, en la batería y la voz.

Mind Lagunas

El blues nació en el delta del Misisipi durante el siglo XIX. Sin el blues no habría jazz ni rock and roll, ni muchos otros géneros de música que hoy escuchamos. A México llegó mucho después de sus ahijados (el jazz y el rock). En 1978 se realizó el primer Festival de Blues en la Sala Nezahualcóyotl, de la Ciudad de México. Se presentaron Willie Dixon, Jimmy Rogers, Magic Slim y Big Joe Williams, entre otros. El festival tuvo 11 años de vida, aunque no fueron consecutivos. En sus escenarios destacaron los mexicanos Guillermo Briseño, Eduardo Toral, Javier y su hermana Baby Bátiz, todos ellos considerados los primeros bluseros del país.

Años después, sin embargo, la escena se convirtió en una suerte de “sociedad secreta”, como la definió el periódico Crónica en 2014: “Sólo hay un sitio donde se toca en vivo, Ruta 61; un programa de radio, Por los Senderos del Blues, en el Imer; una paulatina reducción de discos para venta en los anaqueles de las tiendas, y poca paga para los grupos”. Pero el blues, como la mala hierba, se niega a desaparecer.

El 61: la trinchera del blues
Ruta 61 se ubicó en la calle Baja California, en la Condesa, durante 14 años. Betsy Pecannins tocó muchas veces en su escenario, al que llegaban bandas —como Real de Catorce, de José Cruz Camargo— entre el blues y el rock. Las Señoritas de Aviñón, banda creada por el guitarrista Octavio Herrero, un mercadólogo que un día decidió tomarse muy en serio su pasión por la música, nació en este bar. “No somos negros del Misisipi, lo tenemos claro. Somos chilangos y hacemos un blues de nuestros atavismos, reflexiones y demonios”, resalta Herrero.

Ruta 61 se trasladó al Centro Histórico en 2016, a la planta baja de un edificio en Fray Servando Teresa de Mier, y cambió su nombre a El 61. Herrero se asoció con Serrano y ahora se puede venir a comer o cenar en un ambiente completamente vintage, de muros desnudos y un escenario con buena acústica. Hoy es el único lugar dedicado al blues en la Ciudad de México. Sirven pizzas buenísimas y una exquisita selección de cervezas artesanales. Lo visitamos en mayo, durante un fin de semana que coincidió con la visita de Sting a la ciudad. Aquella noche, mientras tocaban Las Señoritas de Aviñón, Octavio de pronto invitó a Rufus Miller, guitarra de Sting, a subir a tocar con ellos. Cosas así pasan en El 61.

 

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