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25 de febrero 2020
Por: Diego Cera

8 hallazgos en el Tianguis de Jardín Pushkin (antigüedades y chácharas)

Pues volvimos al tianguis de Jardín Pushkin, esa mini-Lagunilla en la Roma y entre todas las chácharas y antigüedades, esto fue lo que más nos gustó.

El tianguis del Jardín Pushkin se pone cada domingo y aunque su nombre podría ser una pista de la ubicación, en realidad está en Jardín Dr. Ignacio Chávez, tan sólo a unos metros de su sede original. De hecho, ya habíamos venido a este tianguis, pero nadie sabía cómo llamarlo, porque aún no sabían si volverían a su ubicación original (todo indica que no).

Después de la remodelación del jardín Pushkin en 2015, los vendedores de chácharas y antigüedades se pasaron al parque que cada domingo les sirve de ubicación.

A diferencia de otros tianguis en la ciudad, el de Jardín Pushkin (una mini-Lagunilla) no es de bajo presupuesto. Uno pensaría que por estar en la Roma algunos vendedores aprovechan para inflar sus precios, y aunque hay algo de razón en ello, lo cierto es que la mayoría son anticuarios y coleccionistas que saben muy bien qué tan antiguas, de dónde vienen y cuánto cuestan sus mercancías.

Para comprar ahí recomendamos regatear tanto como sea posible y no mostrar mucho interés en un solo artículo para que el vendedor mejore el precio. En cualquier caso, siempre es mejor darse una vuelta por todos los puestos porque a veces hay cosas que no son tan raras como parecen y hay quienes las tienen más baratas y hasta mejores. En nuestro recorrido por el tianguis esto fue lo que encontramos:

1. Sacapuntas en forma de molino

Este sacapuntas de bronce tiene un sistema mecánico que hace girar las ruedas del molino mientras uno afila sus lápices, además el jarroncito de arriba sirve como depósito de basura y por si fuera poco, las navajas son intercambiables. Como pueden ver, esta es una pieza muy completa y costaba sólo $40 pesos.

2. Juego de cepillo y espejo

Por $600 pesos uno puede llevarse este juego de principios del siglo XX, considerando su estado, creemos que el precio es inmejorable. No se venden por separado, pero en caso de que alguien quiera sólo el cepillo, en el mismo puesto tienen otros del mismo estilo en $200 pesos.

3. Libros sobre Ovnis

Esta biblioteca sobre extraterrestres fue, quizá, nuestro mejor hallazgo en un puesto de juguetes. Los libros cuestan alrededor de $100 pesos cada uno y tienen títulos como Operación contacto ovni. Primer libro del tercer testamento. Para los aficionados a estos temas, ya saben dónde hay bibliografía.

4. El rocomóvil de los hermanos Macana

Los hermanos Macana eran un par de trogloditas (precursores del Capitán Cavernícola) que salían en la serie Los autos locos, producida por Hanna-Barbera en 1968. Este es uno de los carritos oficiales de la caricatura, cuesta $450 pesos y pesa como si de verdad estuviera hecho de piedra.

5. Lámpara de niño con banjo

Esta lámpara de 1930 aproximadamente tiene una pantalla de cristales Tiffany en tonos turquesa. Aunque no aparece en la foto, el niño está tocando un banjo de madera muy detallado. El vendedor pide $2800 pesos por ella y creemos que, por la historia de la planta, es un buen precio.

6. Espejo de madera y oro

En el mismo puesto de la lámpara encontramos este espejo de más de dos metros. La verdad nos sorprendimos un poco cuando escuchamos que el vendedor pedía $35 mil pesos por él, pero luego nos explicó que tiene doble recubrimiento de oro y todas las molduras son de madera, además el espejo todavía es el original.

7. Fotos y postales antiguas

La señora que atiende este puesto sabe muy bien lo que vende, tiene sus fotos clasificadas por país, año y tema. Algunas fotos, sobre todos las familiares, son piezas únicas, pero también tiene carte-de-visite de varias partes del mundo y diferentes épocas. Dependiendo la foto que uno elija es el precio, pero puede hacer un paquetito de varias fotos para que los precios bajen.

8. Juegos de té miniatura

Aquí había muchos juegos de té españoles y mexicanos. Las tacitas soportan, a lo mucho, una gotita de té. Está claro que no son para servir la cena, sino para coleccionarlas o, aunque el señor se niegue, para jugar.

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