Ana afortunadamente me interceptó ofreciéndome depilarme la ceja con hilo mientras merodeaba pensando qué iba a probar hacer en La Plaza de la Belleza. Acepté su oportuna oferta y, en público, entre otras señoras que se aplican otros tratamientos le cedí mi vello facial.

Desde que visité por primera vez ese centro comercial justo en la esquina de Manzanares (donde está la casa más antigua de la Ciudad de México) y Roldán, en los alrededores de la Merced, quise regresar. Dentro de mis misiones justo estaba depilarme la ceja con hilo (las otras, como ponerme uñas y hacerme un tratamiento facial vienen en una segunda entrega). Encontré mi lugar entre otras chicas que, además de la depilación, ofrecen planchado la ceja, rizado de pestañas y hasta aplicación de faciales rejuvenecedores. Pregunté el precio. 50 pesos más la promesa de que en minutos estaría con mi ceja perfecta.

cejas hilo

Excelente trabajo.

“¿Quieres que te haga toda la cara?” me pregunta Ana. Me aterraba la idea de hacer algo que nunca me había atrevido a hacer, depilarme TODA la cara con hilo. “150 pesos”, continúa y… vendido.

Hasta ese momento nunca había imaginado que tenía los pómulos peludos y que duele cuando te los arranca el hilo. Pero –la neta– no soy tan chillona y no fue un suplicio.

A mi lado izquierdo una señora tiene las cejas cubiertas por un papel que se las está “planchando” por 40 pesos. Enfrente de mí, otra con las pestañas envueltas en un mini tubo para ser rizadas (recordándome a Alex en la Naranja Mecánica). A mi lado derecho otra señora abre una caja de cartón en donde trae desayunos que ofrece a las chicas que están trabajando: huevos rancheros con salsa de morita.

Ana aprendió a depilar con esta técnica de origen indio, por medio de la observación. Desde hace tres años está en La Plaza de la Belleza depilando cejas con hilo y gozándolo. Me explica que por razones de higiene se dejó de hacer con cera y además no se permiten las fotos. Esto último me pone un poco nerviosa porque cada vez que sacaba el celular me decían, cuidado ahí está el poli. ¿Qué me podría decir el poli sobre no tomarme selfies de mi depilación y de la de mi amiga?

El sábado es el día más pesado para estas chicas pero cuando realmente se pone pesado, de acuerdo con Ana, es en las fechas próximas a la Candelaria. En esta zona es en donde miles de personas van en busca del ajuar para su Niño Dios, y de pasada, se dan una manita de gato.

“¿Qué buscabas, linda?”, Ana sigue ofreciendo sus servicios mientras trabaja en mi cara. Le pido un pequeño descanso. No pierde el tiempo y se va a terminar a otra clienta. Llegué temprano y aún así hay muchas clientas haciéndose algo.

“Te cambió la cara”, me dice mi amiga, “ahora me toca a mí”, comenta emocionada. Qué placer el de verse en el espejo y verse bien; y sólo pagué 150 pesos.

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Próximamente el relato de la segunda visita…