Más que sólo artefactos, los juguetes contienen las imágenes de los años infantiles ya olvidadas, ya transformadas. Además revelan nuestra compleja fascinación por la miniatura, por desafiar la escala; algo que tiene que ver sobre todo con el control y con poder tomar entre las manos conceptos que de otra manera nos rebasan.

Que nadie lo dude: los muñecos son objetos siniestros, seres aparentemente animados de los que uno no hace más que dudar constantemente.

Estas tres tiendas, cofres de imágenes olvidadas, merecen ser visitadas por todos –coleccionistas o no– ya para despertar nostalgias, imaginación, extrañeza. Y porque todos fuimos niños y todos somos humanos: demiurgos caseros.

 1. Retromex

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En la calle Donceles, a pocos pasos de Eje Central, está esta tienda que contiene la infancia ochentera y noventera. Todos esos juguetes que alguna vez anhelamos, pisamos, odiamos o coleccionamos.

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En sus cajas hay que hacer trabajo de excavación entre miles de piezas de Play Mobil y Lego; diminutos bloques, animales, brazos y piernas, herramientas y objetos para crear todo tipo de mundos y escenarios. Y en sus estantes están todos los artefactos que nos criaron: todas las versiones de Nintendo, Superscope –la premonición de la realidad virtual–, View Master, Simon. También hay Cabbage Patch, peluches tornasol y Barbies.

 2. Tienda del Museo del Juguete Antiguo

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Uno no se imagina lo particular que es este museo hasta que lo visita. El lugar se desborda de imaginación (como si tuviera toda la imaginación que ya perdimos por imaginar). Te recibe un siniestro gnomo gigante y unas escaleras que son un túnel de tiempo y espacio (fantásticos).

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En la planta baja del museo (sólo visitarlo es una maravilla) tienen una tienda con vitrinas con juguetes en peligro de extinción: slinkys de metal, muñecas de principios de siglo 20, mamilas mágicas, dinosaurios (<3), el juego de la oca, soldados de plomo, caballos y robots. Olivia y Popeye también viven allí junto a cabezas de Barbies, cocinitas y máquinas de cocer marca Singer pero en miniatura.

 3. Modelos San Antonio, juguetes a escala

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En la Obrera resiste esta tienda de modelismo: un hobby de otra época, de otra percepción del tiempo. Visitarla es un placer, uno puede pasar el tiempo entre diminutos objetos y personajes con distintos destinos: los hay jardineros, vacacionistas, empresarios, fisioculturistas, cirqueros, chóferes de tren, camiones, y muchos otros para escenas bélicas: soldados de guerra, aviones, barcos… Todo del tamaño de una uña.

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Toda miniatura es una réplica de su modelo gigante (y eso las hace irresistibles). Toda miniatura implica control y, curiosamente, todo en Modelos San Antonio es importado de Alemania, Estados Unidos y Japón, tres potencias mundiales, tres países bélicos…

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El dueño, Alejandro Góngora, también es coleccionista y tiene un trato muy amable: si le preguntas te habla de la paciencia (la mayor virtud del miniaturista), de todo lo que hay que hacer para inventar un mundo miniatura, del tipo de gente que lo visita, de que es un pasatiempo viejo y, otra vez, de otro tiempo.

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