La tienda Taxonomía, sobre la calle Amazonas en el borde de la Cuauhtémoc, es el Fonart del siglo XXI. Está hecha de un diseño mexicano en evolución que se separa de la idea arraigada de aquella mexicanidad de nuestros papás que ya no es la nuestra. Tiene la creatividad y la no-paciencia millennial que, el lugar de bordar, ilustra. Glorifica las necesidades mínimas del “guárdelo y viaje” con receptáculos de piel que se cierran con nudos o agujeritos invisibles. El material es noble, casi no necesita hilos de colores. Aquí huele a piel, a madera sin pintura añadida.

Hay un “Hecho en México” que responde a conceptos del siglo XX y que, para los ojos del mundo exterior, todavía es bordados étnicos, flores, sombrero de Mariachi y bienes adquisitivos con vírgenes de Guadalupe, Fridas y mucho cactus, mucho cactus. Es fácil reconocer a este mexicano más bien tradicional, pero no todos los mexicanos se están reconociendo ya en él.

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Hay otro “Hecho aquí” mucho más citadino que evidencia las últimas generaciones de egresados del diseño industrial. Un gusto que rescata las raíces mexicanas pero que entendió que no se puede estancar para siempre en la combinación de dos colores chillones. Las líneas son más simples y más rectas. Los colores más neutros. No hace a un lado el contorno de la geografía de donde viene y se siente orgulloso de lo que está hecho, pero ve para adelante.

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Hoy, Taxonomía tiene 85 diseñadores nacionales y sólo nacionales. El año que viene quieren celebrar 100.

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La mayor parte de sus ventas pasa por los extranjeros del Hotel Carlota, justo detrás. Ellos no saben pero aceptaron la responsabilidad de souvenirle al mundo que México está cambiando.