Está muy bien estipulado cómo recorrer propiamente un museo: brazos cruzados, en silencio o a susurroo (en caso de ir acompañado), con los ojos fijos (e inteligentes) primero sobre la ficha técnica, luego sobre la obra de arte. Apurado porque en esta ciudad un museo suele ser concurrido los fines de semana. Ahora que los límites de interacción cambiaron, creemos que la experiencia se presta para ser distinta. Después de meses de no poner pie en un museo, visitamos la colección permanente del MUNAL. Salimos de ahí tranquilas, con energía y unas reflexiones.

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Una visita con los sentidos

En el museo se ponen en práctica comportamientos prefabricados. Incluso cuando se pretende romper con ello a uno le dicen siempre qué hacer (o cómo no seguir las reglas).  Recomendamos ir uno de estos días, en un horario más flexible, para seguirlo a un ritmo propio, hasta donde uno quiera. Descontextualizarlo, sacarlo de sí: que los ojos no lleguen fijos hacia la descripción, sino que se muevan suaves por todo el cuadro. Acercarse y alejarse, como en una especie de zoom in y zoom out, porque hay mil formas de mirar.

Cuando uno va al MUNAL solo, un día entre semana a las 12…

Ve a todos lo niños

Que parecen viejitos o señores

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O juegan a las escondidas.

Y las moscas del Virreinato (ancestras de las moscas contemporáneas)

Los árboles

Los ojos…

 

Y las manos.

También ve los otros Diego Riveras

y el agua del Dr. Atl

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Y un vampiro azteca

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El MUNAL está abierto de martes a domingo, de 11 a 17 hrs.