El cine es un arte colaborativo. Contrario a la naturaleza de otras Bellas Artes que pueden concebirse en solitario, hacer cine es inevitablemente trabajar en conjunto. Los roles dentro de una producción van de encargados de financiamiento, logística, actores, sonidistas, asistentes, maquillistas, a un sin número de figuras más, de entre las cuales, dos equivalen a los directores de orquesta de cualquier producción audiovisual: el director y el cinefotógrafo. El éxito o fracaso de esa dupla determina la belleza y profundidad de una película. Fabián Archondo, director, y Miguel Tafich, cinefotógrafo, son gran ejemplo de un equipo creativo comprometido con contar buenas historias.

Fabián Archondo (derecha) y Miguel Tafich (izquierda).

Seamos o no apasionados del séptimo arte, a la mayoría nos queda más o menos claro el rol de un director de cine. La cinefotografía, por el contrario, es una de esas palabras escurridizas que dicen todo sin decir nada. Los cinefotógrafos o directores de fotografía son los encargados de filmar las películas, pero en la práctica su trabajo es mucho más complejo pues combina el dominio técnico de cámara, composición e iluminación con el arte y la sensibilidad visual. La parte más importante del trabajo es ayudar al director a contar la historia visualmente, creando imágenes que realcen y destaquen una narrativa. Como Miguel lo explica, es “crear un lenguaje visual específico para el proyecto, uno que apoye a la narrativa central del guión”. Un buen director de fotografía es tan parte de la historia como el director; la diferencia es que dirige las imágenes en lugar de los actores.

Uno de los trabajos más recientes de Tafich fue en Tóxico, película escrita y dirigida por el también regiomontano Fabián Archondo. Ambos apasionados del thriller y la ciencia ficción, Tafich y Archondo consideran Tóxico un ejercicio de género: una montaña rusa de giros dramáticos que sorprenden al espectador constantemente en un código de thriller. La historia sigue a una pareja en crisis matrimonial que deberá sobrevivir a la explosión de millones de partículas tóxicas en el medio ambiente, mientras están atrapados en una casa en medio del desierto coahuilense. Rememorando la experiencia de filmar Tóxico se van entretejiendo anécdotas del rodaje salpicadas de imprevistos, retos creativos y “chispazos milagrosos” —como les dice Fabián Archondo— del oficio y arte de hacer cine.

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“Algo que tiene muy padre Miguel es que sin duda se adapta a lo que demanda la narrativa, —me cuenta Archondo— para que de alguna manera se desarrolle una unión en la imagen, en lo que se está contando y el manejo escénico. Me encanta que tiene una capacidad de adaptación en la que el fotógrafo no impone su lógica de imagen sino que se entretejen con la búsqueda narrativa y lo que se está queriendo alcanzar”. Precisamente en esa habilidad de adaptación que prioriza el guión se encuentra el verdadero valor de la cinefotografía. “La gente piensa: ‘Es buena cinematografía porque es hermosa’”, decía el galardonado director de fotografía mexicano Rodrigo Prieto durante una durante una mesa redonda de directores de fotografía de The Hollywood Reporter. El sentimiento fue compartido por el nominado al Oscar Caleb Deschanel (La Pasión de Cristo). “Más que salir y filmar un hermoso amanecer o una imagen increíble, algunas cosas que filmo que no son muy interesantes pero encarnan una cierta emoción que es realmente poderosa en el contexto de la película”.

Tafich

Respecto a su propio proceso creativo y exploración visual Tafich me cuenta que si algo ha aprendido es que lo que uno tiene en mente o lo que cree que lo identifica está en constante evolución: la voz de un artista va cambiando con cada experiencia y aprendizaje. Esta apertura a la exploración tan característica del director de fotografía se materializa en la productora Tigre Blanco, el proyecto que lanzó junto a Fabián Archondo y Sergio Livas. Tigre Blanco surge de la necesidad de Archondo y Tafich de continuar creando proyectos que fusionen géneros, combinando estilos visuales, cruzando referencias creativas y llevando a la pantalla historias que no estén limitadas narrativamente.

Tafich

Hacia el final de la conversación ambos cineastas reflexionan sobre los momentos que reafirman su elección de dedicarse al cine, un oficio ineludiblemente ligado a una serie de condicionantes económicos, logísticos y prácticos. Para Archondo el momento más traumático pero más hermoso no está durante el rodaje, sino dentro de la sala de edición, cuando logran llegar a la combinación perfecta de escenas, orden y ritmo que cuenta realmente lo que el director estaba buscando. Para Tafich, mucha de la magia de la cinefotografía está en el imprevisto: la experiencia de llegar al set de rodaje frente a realidades distintas a las pensadas. Aceptando esa belleza del azar y haciendo que funcione al servicio de la historia, ahí es donde está la magia.

Tafich

Conoce más del trabajo de Miguel Tafich en migueltafich.com