Turning and turning in the widening gyre
The falcon cannot hear the falconer;
Things fall apart; the centre cannot hold;
Mere anarchy is loosed upon the world,
The blood-dimmed tide is loosed, and everywhere
The ceremony of innocence is drowned;
The best lack all conviction, while the worst
Are full of passionate intensity

De “The Second Coming”, de W. B. Yeats

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Parece que cuando uno averigua un poco sobre cetrería –actividad de cazar con halcones– inaugura un mundo lleno de encantos del cual después no es fácil salir. Baste leer Camelot, esa épica medieval de 640 páginas sobre un personaje que pierde a su halcón y modifica su destino; a Helen Macdonald en H is for Hawk, quien entrena un halcón para lidiar con la muerte de su padre; o ver la obra reciente de Miguel Calderón, titulada Caída libre, que trata sobre esta alucinante subcultura como una forma de entender al ser humano en relación con la naturaleza y la otredad. Miguel, cuando era adolescente, ganó un halcón en una apuesta y, aunque no lo tuvo mucho tiempo, no dejó de estar como hechizado por el universo de los cetreros, el cual lleva años explorando en video, fotografía, escultura, documento y ficción.

Miguel Calderón Caída libre

Caída libre se estrena el jueves 26 de enero en un satélite temporal de kurimanzutto, una bodega en la colonia Daniel Garza, que resulta muy apropiado (ya verán por qué) para presentar un asomo al mundo de la cetrería. La exposición consiste de una película corta, tres o cuatro fotografías y decenas de perchas para halcón que minan el piso como si fueran símbolos o altares a estas bellísimas aves de presa (objetos que Calderón ha ido encontrando y coleccionando a lo largo de su investigación). Las perchas, todas distintas entre sí, se van revelando para la audiencia con los cambios de luz del enorme video que transcurre tras ellas.

Miguel Calderón Caída libre

El video cuenta la historia de “Camaleón”, un cetrero que por las noches es cadenero de un antro y de día va de caza con su halcón. Saliendo del antro, atiborrado de luces y de gente, el personaje va directo al campo a ver salir el sol y buscar entre las nubes a su ave a través de binoculares. Camaleón sufre de ataques epilépticos y encuentra en el halcón una suerte de ansiolítico, como si por medio del ave pudiera conciliar su dolor.

Miguel Calderón Caída libre

Uno de los efectos de la exposición es que parece sugerir mucho más de lo que nos muestra; al igual, quizás, que el arte y práctica de la cetrería. Entre los cetreros existe todo un lenguaje de símbolos que sólo ellos pueden entender. Hay, por ejemplo, dos fotografías en la exposición en que serpientes muertas cuelgan de unas rejas del campo y que –cuenta Miguel– son anuncios de que allí hay algo, pero es sólo para ellos saber qué es.

Miguel Calderón Caída libre

La subcultura de los cetreros, al margen de la sociedad, busca entender el mundo de manera distinta por medio de la relación con un halcón. Una relación simbiótica entre hombre y animal que roza en el romance, lo macabro, augurioso, adictivo, oscuro y epifánico.

Del cielo al halcón, del halcón a la mano.

La subcultura de la cetrería, apunta Calderón, se puede convertir en una adicción: me consta que muchos cetreros han perdido a sus familias y aún así no lo pueden dejar.

Miguel Calderón Caída libre

Así también, averiguar sobre la vida secreta de los cetreros se puede convertir en una obsesión; una que inaugura todo un universo de nuevas metáforas fertilísimas y también de nuevas pesadillas –—¿Qué pasaría si, como sentenció Yeats en el “El segundo advenimiento”, el halcón dejara de oír al halconero?

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