Inaugurado en 1948, el Hotel Del Prado representó durante décadas un espacio de lujo, confort y sofisticación para los turistas nacionales e internacionales que buscaban disfrutar su estancia en la Ciudad de México. Ubicado sobre la avenida Juárez —frente a la Alameda Central— , el conjunto fue concebido como un ambicioso proyecto comercial durante un periodo de marcado crecimiento económico y de transformación urbana para la capital.
Comisionado desde 1933 por el entonces Secretario de Hacienda, Alberto J. Pani, al arquitecto Carlos Obregón Santacilia —uno de los protagonistas de la modernidad arquitectónica mexicana— , el proyecto introdujo innovaciones espaciales a un edificio refinado, pero con un potente sentido de monumentalidad. Con más de 600 habitaciones —así como espacios para restaurantes, bares, salones de baile, comercios e incluso un teatro—, su ubicación estratégica en los límites del centro histórico y su proximidad con el Paseo de la Reforma fortaleció su relevancia como epicentro de la vida cultural y social.
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Fotografía del Hotel Del Prado desde avenida Juárez. Postal de época, colección del autor.
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La autoría disputada: Carlos Obregón Santacilia vs. Mario Pani
Objeto de diversas controversias públicas, posiblemente la más bochornosa —como la calificó el propio Obregón Santacilia—fue la de su origen autoral. El antagonista de dicho episodio fue Mario Pani, quien tras su llegada de París fue beneficiado por las conexiones de su tío Alberto, adjudicándose la autoría de este y otros edificios —más notablemente el Hotel Reforma— , un gesto que marcó su recepción entre colegas y que fue interpretado como antiprofesional por la Sociedad de Arquitectos Mexicanos. Afortunadamente los accionistas apoyaron a Obregón Santacilia, lo que le permitió concluir la construcción del proyecto.
Murales, mapas y modernidad: arte para habitar
Como en otros casos de su trayectoria profesional —como el Centro Escolar Benito Juárez o el Monumento a la Revolución—, el arquitecto previó la incorporación de proyectos pictóricos que convivieran de manera cotidiana con huéspedes y visitantes. La pieza más célebre fue “Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central” de Diego Rivera, un extenso mural de más de 15 metros de largo instalado en lo que fue el restaurante Versalles, lo que lo convirtió rápidamente en un atractivo turístico.
En él, Rivera retrató a personajes históricos y populares, entrelazando el pasado colonial, la Independencia, la Revolución y el México contemporáneo en una escena crítica de la historia situada en lo que es el primer parque público de América, justo frente al hotel.
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Perspectiva de Carlos Obregón Santacilia del comedor Hotel Del Prado con indicación para ubicación del mural de Diego Rivera. Tomado de la publicación Historia folletinesca del Hotel Del Prado.
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Foto de Diego Rivera trabajando en el mural. Tomado de facebook Museo de Arte Moderno.
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A este proyecto se sumó también “México pintoresco” de Miguel Covarrubias, uno de los diferentes mapas pictóricos que el artista realizó para representar la riqueza étnica, arqueológica y natural del país y que se ubicó en en la llamada “galería de pasajeros” , el espacio donde los huéspedes harían su registro y tendrían acceso a servicios como bancos y oficinas de turismo. Roberto Montenegro, contemplado originalmente para ejecutar murales en el teatro, finalmente decoró dos espacios igualmente sociales: el cocktail lounge y la sala principal del Bar Montenegro, más tarde llamado Nicté-Ha. Finalmente, a Gabriel Fernandez Ledesma se le comisionaron “cinco naturalezas muertas y una figura para el plafond [sic.] del comedor de desayunos”, pero no se tiene evidencia fotográfica de tales composiciones.
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Miguel Covarrubias y su mapa mural “México Pintoresco” en el Hotel del Prado. Tomado de Archivo Miguel Covarrubias, Colección digital UDLAP
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Foto del mural de Roberto Montenegro en el salón principal del bar. Tomado de facebook Hotel Del Prado México Df (1948-1985) Oficial
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El terremoto y el final de una era
Como tantos otros espacios para el arte, el entretenimiento y la cultura, la historia del Hotel Del Prado llegó a un trágico final con el sismo del 19 de septiembre de 1985. Aunque el edificio no colapsó por completo, sufrió daños estructurales irreparables: se inclinó peligrosamente debido al reblandecimiento del terreno y quedó severamente fracturado. Las imágenes del imponente edificio vencido, frente al derrumbe completo del Hotel Regis, se convirtieron en uno de los símbolos más dolorosos de la tragedia. Ante la imposibilidad de rescatarlo, el hotel tendría que ser demolido, pero no sin antes salvaguardar parte de su patrimonio artístico.
En una de las labores más complejas de traslado de obra mural, el Sueño de Rivera pudo ser retirado gracias a una estructura de metal realizada para un movimiento interno previo, del restaurante al vestíbulo principal del edificio. Así, y tras la demolición del Regis, el arquitecto José Luis Benlliure fue el encargado de diseñar un nuevo museo que alojaría permanentemente la obra monumental, que sería construido después de la maniobra que requirió el esfuerzo coordinado de Secretaría de Obras y Servicios del DDF, la Comisión de Vialidad y Transporte Urbano y más de 300 trabajadores durante aproximadamente 12 horas.
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Foto del traslado del mural de Diego Rivera. Tomado de facebook Museo Mural Diego Rivera
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Lo que sobrevivió: Rivera, Covarrubias y la memoria colectiva
Menos documento que el traslado de la pieza resguardada en el Museo Mural Diego Rivera, la obra de Covarrubias también pudo ser retirada con éxito, y ahora es una pieza fundamental de la colección del Museo de Arte Popular, uno de los vecinos originales del Hotel del Prado. Desafortunadamente, salvo algunos fragmentos del mural del bar, las obras de Montenegro, Fernández Ledesma y los muebles de diseño mexicano permanecen desaparecidos.
En su breve existencia de menos de cuatro décadas, el Hotel Del Prado condensó el espíritu de una ciudad que miraba al futuro sin renunciar a su memoria. Su legado continúa vivo en relatos cinematográficos, en las memorias de quienes lo habitaron —particularmente en antiguos trabajadores que hoy comparten recuerdos y memorabilia en grupos de Facebook— , y en los acervos de museos que resguardan el testimonio vibrante de un tiempo de esplendor que el desastre no logró borrar por completo.
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Perspectiva de Carlos Obregón Santacilia del lobby del Hotel Del Prado. Tomado de la publicación Historia folletinesca del Hotel Del Prado
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Fotografía del lobby del Hotel Del Prado. Tomado de la publicación Historia folletinesca del Hotel Del Prado