Ferdinando Cortina no entiende el paso del tiempo. Tiene una enfermedad neurológica que no le permite saber si es lunes, martes, agosto o abril. Su esposa, Roma Cortina, y varios amigos artistas le ayudaron a fabricar objetos para entender mejor la cronología (como una serie de overoles para cada día de la semana). Muchos de esos objetos formaron una muestra colectiva en 1975, que Horas de Museo, la nueva exposición del artista Gabriel Sierra en la kurimanzutto trata de reconstruir.

Horas de Museo

La galería reúne a 9 artistas de los setentas (incluidos Ferdinando y Roma) que podríamos situar en el Movimiento Modernista. Las piezas a lo largo y ancho de la galería son de todos ellos: prototipos de tejas fabricados en plomo, ramas para la elaboración de escobas tradicionales, un puerta deslizable de espejos, una Slatted Chair reconstruida a una escala para gente más pequeña…

Alrededor de las paredes está la obra del artista y tipógrafo Bruno Burry, trozos de lija con letras pintadas que recuerdan a las del Scrabble. En algún punto forman la frase All of Them Witches, el nombre del libro que Rosemary toma en una escena de Rosemary’s baby. El libro no existe, es una de esas ficciones creadas para vivir sólo dentro de la ficción misma. Horas de Museo es un ejercicio similar.

Horas de Museo

Horas de Museo

Hace 7 años que Gabriel Sierra escribe una novela que se llamará Siete cavernas. Es la historia de un hombre que no entiende el paso del tiempo, su esposa que escribe cuentos y sus amigos artistas. ¿Suena familiar? Ferdinando Cortina no existe; Roma Cortina, Bruno Burry y el resto de los artistas de Horas de Museo tampoco, aunque esta última frase es debatible. Todos viven dentro del libro inconcluso de Gabriel Sierra y, sin embargo, todos protagonizan esta exhibición.

Horas de Museo

Horas de Museo

Horas de Museo inauguró como parte de Gallery Weekend, y no hay exposición con un humor más fino que esta, en que el protagonista es un artista y sus 9 alter egos. Gabriel Sierra escribió la historia de cada personaje y la descripción de cada pieza tan minuciosamente que nadie dudaría que existen. Todo está lleno de juegos, guiños a la ficción, detalles minúsculos y deliciosos.

Tal vez sea un error haber revelado aquí el secreto; tal vez es mejor adivinarlo caminando alrededor de la sala y tratando de unir los puntos. Pero lo cierto es que en cualquiera de las dos experiencias, Horas de Museo es un juego divertido como pocos.

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