Gatopardo cumple 19 años y 200 ediciones en papel. Celebran todas esas hojas y todos esos años de contar buenas historias y narrar parte de la realidad de México y Latinoamérica con cuidado y fuerza, a un ritmo más oceánico que noticioso. Este aniversario doble, tan significativo en la historia de la revista, lo festejan con una edición impresa y un micrositio así de bien hechos. El número 200 de Gatopardo muestra el perfil de 19 personajes –mexicanos o extranjeros que viven en México– que, de cierta forma, con sus propios rasgos creativos, dibujan el rostro cultural, político y artístico del país.

Porque los admiramos muchísimo y nos queremos unir al festejo, en Local.mx les compartimos 6 de los 19 perfiles que resaltamos por cuestiones naturales: porque son locales, nos gusta lo que hacen y creemos que, con la mirada hacia delante, van marcando una línea delgadita del  devenir en la ciudad. Que ahorita es el presente.

Alonso Ruizpalacios, director de cine

“Me eduqué en la ficción del teatro a partir del juego”.

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Para él, el mundo del cine nunca ha dejado de ser un juego, serio y caro, pero juego al fin: “Me eduqué en la ficción del teatro a partir del juego, y eso fue lo que me llamó para llevarlo a la pantalla y jugar con las formas”. Así fue como el aprendiz de Ludwik Margules, y primer mexicano en obtener el título de Bachelor of Arts in Acting de la Royal Academy of Dramatic Arts de Londres, dejó atrás los textos de Woody Allen y Tom Stoppard para experimentar con sus propias ideas.

En su primera cinta, Güeros, realizó un melancólico roadtrip en blanco y negro por la Ciudad de México, mientras que en Museo, su segundo largometraje, exploró la amistad de dos jóvenes ninis que en la Navidad de 1985 robaron el Museo Nacional de Antropología; ambas cintas reconocidas en el Festival Internacional de Cine de Berlín.

Para su tercera producción, el cineasta romperá las barreras que separan al cine dramático del documental. Con Una película de policías (título provisional), el director se introducirá en las entrañas de la policía capitalina para explorar, mediante la mezcla de métodos documentales y de ficción, la crisis de impunidad en el país.

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Paola Villarreal, científica de datos

Ha concentrado su trabajo en contribuir a la lucha social a través de la tecnología.

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A los 12 años su papá le regaló su primera computadora. Apenas llegaba de la escuela y el tiempo transcurría frente al monitor. Eran los noventa y el internet no era lo que es ahora. A los 13 escribía y compartía links de protección antivirus en blogs. A los 15 hacía el diseño de páginas web. Lo que inició como un hobbie, se convirtió en vocación: dominó los lenguajes de programación.

Después llegó al activismo: “Soy una programadora con enfoque social”, precisa. En 2009 comandó un movimiento que busca la democratización de internet y así empezó una lucha por la igualdad, la justicia y la seguridad. No un lujo para unos cuantos, sino libre y accesible para todos.

Hizo la app de Ecobici y en 2015 colaboró con la Unión Estadounidense por las Libertades Civiles en el proyecto Data For Justice, que da cuenta del sesgo racial en los arrestos policiales en Boston y que logró revertir alrededor de 21 mil condenas fraudulentas, por lo que se volvió una de las innovadoras menores de 35 años del mit. Hoy trabaja en la creación de una área de Ciencia de Datos en Conacyt. “Mi trabajo es ser puente entre la tecnología y los datos para la toma de decisiones públicas basada en evidencia”.

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Israel Martínez, artista sonoro

Israel Martínez, un artista multidisciplinario que emplea la música para acercarse al activismo.

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A finales de los noventa, su afición por la música experimental lo llevó a escuchar con la misma atención todo lo que le rodeaba. “En la calle, el bosque o el mar puedes encontrar, no sólo musicalidad, sino información que puedes analizar como si fueran datos. La que prevalece es la del gusto o el placer, pero hay muchas formas de escuchar,” dice. El punk le despertó su interés por la política y lo acercó al activismo. Hace unas semanas se presentó en el festival CTM, de Berlín, y ha expuesto su trabajo en la Moscow Bienniale o Haus Fur Elektronische Kunst Basel.

Entre su obra hay una pieza sobre la Marcha del Silencio y otra sobre los desaparecidos de Ayotzinapa, donde se escucha el conteo del 1 al 43, que grabó en marchas donde los padres, y México entero, pedían justicia. Después hay una especie de eco que nubla todo y se extiende por varios minutos. Es una pieza cíclica que, como la historia, trae el conteo de regreso, pero sólo como antesala de la misma confusión, la misma falta de respuestas.

Es un artista multidisciplinario que ha recorrido el mundo con su trabajo, siempre con el sonido como punto de partida. Sin embargo, trabaja cada vez más en torno al sigilo y la necesidad de silencio para reflexionar sobre lo que está viviendo el país.

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Mario García Torres, artista conceptual

Tiene un olfato fino para identificar cabos sueltos, verdades a medias o imágenes faltantes.

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Hombre de muchos talentos, Mario García Torres tiene el olfato de identificar cabos sueltos, verdades a medias o imágenes faltantes que de inmediato transforma en obsesiones creativas. Luego entra en juego su férrea disciplina para perseguir explicaciones, que lo ha llevado, por ejemplo, hasta Kabul en busca de un pequeño hotel que un artista administró durante los años setenta y con el que estableció un diálogo post mortem; o a encontrar la bola de demolición que se usó en 1969 para tumbar el edificio original del Walker Art Center, sede de su más reciente retrospectiva.

La verdad como concepto no le interesa y en el proceso artístico se enreda en la ficción, los laberintos de la memoria, el tiempo y la libertad para presentar sus resultados en video, instalación, monólogo, canción u objeto en realidad aumentada. Es uno de los artistas conceptuales más interesantes de nuestro tiempo. “El mío no es un trabajo dictatorial donde el artista pase el tiempo a solas, pensando como un genio. Tiene que ver con muchas negociaciones e influencias que se manifiestan todos los días y que hacen que la obra casi se genere por sí misma”, alienta el artista.

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Pedro y Juana, arquitectos

Detrás de su proyecto se esconde un guiño a innovar, una invitación a la irreverencia y al anonimato

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Detrás de Pedro y Juana, el proyecto de los arquitectos Ana Paula Ruiz Galindo (originaria de México) y Mecky Reuss (de Alemania), se esconde un guiño a innovar, una invitación a la irreverencia y al anonimato. En un gremio donde la firma es lo que destaca, “Pedro y Juana es una manera de pensar a la arquitectura desde la colaboración y no desde la autoría”, dice Reuss.

Su taller está ubicado en la San Miguel Chapultepec, rodeado de objetos peculiares que desde su rareza intrigan y descolocan. Piezas diseñadas para habitar espacios que intentan explorar las posibilidades de la arquitectura. “Los objetos tienen que ser los responsables de causar algún tipo de afecto en quien se los encuentra, algún tipo de cuestionamiento”, suma Ruiz.

Tras rediseñar e intervenir espacios como The Commons, al interior del MCA de Chicago, presentan este verano en el MoMA PS1 de Nueva York, Hóroma Rama, el proyecto por el que ganaron el Young Architects Program 2019. Epítome de un dueto dedicado a retar las posibilidades de la arquitectura, esta colaboración promete ser de lo mejor en México.

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Roberta Maceda, diseñadora

“Llevamos años haciendo crecer la industria creativa, cada vez se abren más las posibilidades”.

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Aunque creció dentro de la industria de la moda desde pequeña, hija de importantes figuras del ámbito, como Maru Paganoni y Julián Maceda, nunca pensó que se dedicaría a esta profesión. Ella quería ser emprendedora. Estudió negocios en Italia y luego de permanecer fuera de México por cuatro años y medio, regresó al país en 2014 para abrirse paso con Octavia, su marca ready-to-wear inspirada en mujeres trabajadoras a las que la combinación de lo moderno con lo sutil les hiciera clic.

“Llevamos muchos años haciendo crecer la industria creativa, cada vez se abren más las posibilidades para crear nuevas cosas y no hay nada mejor que hacerlo en tu país”, y así lo hizo. Presentó la propuesta a Palacio de Hierro y, de un momento a otro, ya estaba al frente de una de las marcas más prometedoras que actualmente compite con nombres consolidados, por su estilo minimalista y glamuroso en cuanto a texturas, diseños y colores.

Al final, a su corta edad, logró encontrar el camino en el que la moda y el emprendimiento derivaron en “una marca que pudiera crecer independientemente de mi existencia”. Hasta ahora, Octavia lo ha hecho y el siguiente paso será ampliar su venta digital a todo el país.

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Conoce el resto de los personajes.

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