Yo también hablo de la rosa.
Pero mi rosa no es la rosa fría
ni la de piel de niño,
ni la rosa que gira
tan lentamente que su movimiento
es una misteriosa forma de la quietud.

-De “Nocturno de la rosa”, Xavier Villaurrutia

La nueva exposición de Laboratorio Arte Alameda habla del tiempo. El de la materia, el del universo; el de las moléculas de los ríos y el del latido de los corazones. También del inventado: ese que cada quien intuye desde sus propias geografías mentales. Emilio Chapela es el artista detrás de En el tiempo de la rosa no envejece el jardinero, un homenaje sutil y hermoso a los tiempos distintos que transitamos –a los que imaginamos también.

En el tiempo de la rosa no envejece el jardinero

Todo empezó cuando Chapela viajó a la punta del volcán Sierra Negra para conocer el Gran Telescopio Milimétrico Alfonso Serrano, uno de los implicados en la hazaña inverosímil de fotografiar un agujero negro. Allá arriba, en la montaña, no había nada. A 4,700 metros, la vegetación se acaba y en lo alto quedan neblina, nieve y viento. La topografía y el paisaje terminaron inspirando las piezas de la exposición, una reflexión de la materia, el cuerpo y el tiempo, como un pedazo de poema de TS Eliot, que tanto habló del tiempo y de la rosa.

En el tiempo de la rosa no envejece el jardinero

En el tiempo de la rosa no envejece el jardinero es un trayecto cuidadoso que inicia con el universo. La primera instalación es una suerte de galaxia poética en donde orbitan piedra, hierro, cristales y obsidiana. Ahí está el tiempo de la materia y también sus densidades; hay pequeñas ondas de tensión que hablan del peso, la gravedad de todo y de uno mismo.

En el tiempo de la rosa no envejece el jardinero

En el tiempo de la rosa no envejece el jardinero

Luego, una instalación para ver eternamente atardeceres. Chapela construyó una estructura que imita el volumen de la tierra: doce arcos forman las longitudes de doce husos horarios y convergen en un polo como el terrestre, ese lugar confuso en donde las horas convergen y los relojes colapsan. Arriba una parábola de focos encienden y apagan copiando la luz del sol. Si uno está quieto puede ver, en un solo minuto, como atardece y amanece varias veces. Eternamente, si así lo quiere.

En el tiempo de la rosa no envejece el jardinero

Fotos: cortesía Laboratorio Arte Alameda

El artista trabajó junto al curador José Luis Barrios cuestionando los “muchos tiempos” que conviven diario en el cosmos y en nuestras vidas. Cuatro años después llegó ésta exposición con sus piezas misteriosas y una multitud de ejercicios cronométricos. Chapela liberó cinco cámaras en el cauce de un río; subió al Iztaccihuatl grabando el paisaje y el ritmo de sus latidos; exploró la gravedad, la inercia, el magnetismo… Al final, a pesar de la naturaleza científica de esas inquietudes, el resultado es profundamente estético. Una colección radiante de habitaciones tenues con eclipses, nubes y montañas.

En el tiempo de la rosa no envejece el jardinero

En el barroco, la rosa es la alegoría de la belleza y una advertencia de su fugacidad, porque toda belleza está sujeta a un tiempo. El tiempo no es un solo, tal como las montañas y los ríos suceden a una métrica distinta a la de los humanos o las estrellas. En Arte Alameda hay una exposición que habla del tiempo, y de donde uno sale más dispuesto a reconciliarse con otros ritmos.

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