En el Parque de la China en Clavería hay un kiosco color melón en el centro, caminos de adoquín para caminar, pasamanos para jugar y en el costado una estatua dedicada al chintololo de Clavería más celebre y querido: José José. Pero en este parque hay, sobre todo, vecinos que lo frecuentan (y la promesa de un paseo feliz para quienes no somos de allí).

Nos gusta el Parque de la China por sus pedazos de vegetación casi selvática, llenas de garras de tigre, bambús y monsteras que desentonan con la otra flora de la ciudad, y hacen sombras espesas que tienen como vida propia. Nos gusta también por los eucaliptos altísimos y descarapelados que lo rodean y suelen ser tema de conversación entre quienes visitan; ya sea porque son una especie plaga, porque anidan mosquitos o porque el olor de su corteza nos trae recuerdos de niñez.

La vegetación tan particular del Parque de la China se debe a que el terreno que ocupa perteneció a los Matsumoto, la familia de floristas que trajo las jacarandas a la ciudad. Resulta que éste era uno de sus viveros (otro fue lo que hoy es la Unidad Independencia), y fueron ellos mismos quienes lo nombraron el Bosque de la China –que luego pasó a llamarse Parque de la China–.

Los fines de semana siempre hay movimiento. Todos los sábados, de 11 de la mañana a 4 de la tarde, en los pasillos del parque se instala el mercado Capital Verde, que ofrece productos de excelente calidad a precios muy justos. Hay adolescentes musculosos y un poco deformes trepando barras hasta el cansancio, boy scouts a ciegas, recibiendo órdenes, y una audiencia con cara de domingo que sólo observa desde las bancas.

En 2012 algunos vecinos se reunieron para hacerle una estatua de bronce a José José, quien pasó sus días de niñez allí, y en su juventud caminó, a paso melancólico, todas las calles de la colonia… de serenata en serenata. La estatua  lleva una inscripción que reafirma el papel que tienen los vecinos acá: “Promovido por Cuauhtémoc  Sánchez Vázquez y Ricardo Nava Ruedaa nombre de todos sus admiradores” y un agradecimiento a los patrocinadores, entre ellos el Nicos y el Mesón Taurino; dos chintololos y favoritos nuestros.

De hecho, al Parque de la China llegamos un sábado a mediodía casi por casualidad.  Nos llevó alli una larga lista de espera para comer en el Nicos. (Nos sentamos en una de las bancas a tomar una cerveza medio a escondidas y a comer cacahuates para aguantar el hambre). Nos gusta el Parque de la China porque despierta en quien lo descubre un recelo delicioso. Porque tiene ese gusto local y a lugar que se conoce de boca en boca. Y que no se olvida… como sí se podría olvidar, convenientemente, a quien te lo enseñó por primera vez.

.gares ni tan espectaculares..

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