Panteón Francés
22 de julio 2019
Por: Lucia OMR

Panteón Francés de la Piedad: el cementerio más hermoso de la ciudad

Mauricio Garcés, la segunda esposa de Porfirio Díaz, Chespirito y Joaquín Clausell están enterrados en Panteón Francés, nuestro pequeño Montparnasse.

En el sentido estricto de la palabra, no hay nada más “romántico” que un cementerio católico de estilo europeo del siglo XIX. Deambular en silencio sobre veredas cubiertas de musgo, entre lápidas de mármol blancas y agrietadas con relieves de cruces, ángeles, vírgenes y cristos, bajo árboles viejos que con sus hojas crean un vitral de luz y sombra sobre el camino, es una experiencia trascendental (no sólo una locación perfecta para un video de Madonna). Al pasear por allí, uno inevitablemente entra en un estado de ánimo melancólico y extático. Y todavía más si el panteón está en un estado de abandono.

Aunque parezca increíble, entre Parque Delta y Centro Médico, en la colonia Buenos Aires, existe un lugar así: el Panteón Francés de la Piedad. Este panteón es el cementerio en funciones más antiguo de la ciudad y “uno de los camposantos más bellos de México”. Seguro lo has visto, de pasadita en metrobús, saliendo de Liverpool o formado en la fila de Casa de Toño. Está dentro de una barda grafiteada en un terreno que ocupa casi una cuadra. Tiene un portal de acceso estilo art nouveau con un letrero que dice en francés: Heureux qui meurt dans le seigneur (Dichoso aquel que muere en el Señor). Eso sí, desafortunadamente es privado y no es fácil entrar.

Mausoleos de las “grandes familias mexicanas”

Una vez que cruzas el portal y pasas los obstáculos que te ponen los policías, entras a una gran calle central arbolada con unos hermosos mausoleos a ambos lados. Estos mausoleos fueron levantados por las familias con los apellidos más fifís de la época porfiriana: Torres Adalid, Rincón Gallardo, Escandón, Landa, entre otras. Incluso, allí descansan los restos de la segunda esposa de Porfirio Díaz, Doña Carmelita Romero Rubio, que acompañó al dictador en sus últimos años de exilio en Europa. Más al fondo, al final de la calle, está la capilla del Sagrado Corazón, edificada por el francés E. Desormes en 1890 en estilo neogótico. Desafortunadamente, a la capilla no se puede entrar debido a que sus interiores están muy deteriorados. Sin embargo, puedes aprovechar para caminar y contemplar las tumbas, los sepulcros y las criptas que la rodean.

Para algunos, el Panteón Francés es un lugar de devoción, duelo y respeto a los difuntos. Para otros, un museo de arte fúnebre que contiene más de 9 mil monumentos funerarios de diferentes épocas y estilos arquitectónicos e iconográficos. Allí encuentras ejemplos de los estilos neogótico, neoclásico, neorrománico, art nouveau y art déco. Hay esculturas y capillas firmadas por autores como Antonio Rivas Mercado, Octavio Adolfo Ponzanelli y César Navari.

Nuestro pequeño Montparnasse

El Panteón Francés también funciona como una clase de museo de historia que nos permite una lectura interesante de ciertos acontecimientos y personajes de nuestro país. Su historia comienza en 1864, durante el imperio de Maximiliano, cuando ciudadanos franceses radicados en México y agrupados en la Sociedad Francesa, Belga y Suiza de Beneficiencia decidieron comprar un terreno para tener donde enterrar a sus muertos, sobretodo a los soldados caídos en batalla durante la guerra de intervención. Para su diseño se inspiraron en los principales cementerios franceses como el Montparnasse y en otros cementerios-jardín, aquellos que estan integrados a la naturaleza, donde conviven una abundante vegetación con sepulturas en tierra y en donde se respira un aire de paz y tranquilidad.

En un principio y durante el segundo Imperio, el Panteón Francés de la Piedad sólo aceptaba cuerpos franceses, belgas y suizos. Sin embargo, con la llegada de Juárez y las leyes de la Reforma, tuvo que abandonar las prácticas discriminatorias que eran parte de su proyecto original (e imperial) y se vio obligado a darle entrada a cadáveres mexicanos, aunque fueran solamente los de familias adineradas. Además, el gobierno juarista mandó abrir otro cementerio justo en frente del Panteón Francés para gente de origen más humilde, conocido como el Panteón General de la Piedad, que hace mucho ya desapareció.

El Panteón Francés fue ampliado en 1870 y vivió su mejor época durante el Porfiriato. Debido al afrancesamiento de la sociedad en esa época, para las familias de la aristocracia porfiriana era un símbolo de status enterrar allí a sus difuntos. El cementerio continuó funcionando hasta 1940, cuando supuestamente se saturó. Sin embargo, hasta el día de hoy, se continua dando sepultura a los muertos de las familias que cuentan con capillas a perpetuidad, a los famosos y a los que pueden darse el lujo de descansar allí.

Personajes enterrados en el Panteón Francés

En el Panteón Francés de la Piedad están enterrados un mezcla muy curiosa de personajes de distintos orígenes, vivencias e ideologías. Hay soldados invasores que murieron en la segunda intervención francesa al lado del escritor y activista José Revuletas; figuras encumbradas de la elite porfiriana como Ignacio Torres Adalid y Pedro Rincón Gallardo a un costado de los restos de revolucionarios como Francisco I. Madero y José María Pino Suárez (cuyos restos ya fueron sacados de allí y llevados al Monumento de la Revolución y a la Rotonda de Hombre Ilustres, respectivamente);El actor Mauricio Garcés a unos metros del comediante Chespirito. Además, están los restos del pintor impresionista Joaquín Clausell, del fotógrafo Agustín Casasola, del presidente Manuel Ávila Camacho, el ingeniero y arquitecto Miguel Ángel de Quevedo y de la actriz Miroslava Stern, entre muchos otros. Sin embargo, como dijo José Guadalupe Posada, “la muerte es democrática, ya que a fin de cuentas, güera, morena, rica o pobre, toda la gente acaba siendo calavera”.

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