La primera canción que me aprendí cuando llegué a la ciudad fue la de una señora del metro que vendía un cortauñas. Decía: “para esa uña enterrada para esa uña, 10 pesos le vale, 10 pesos le cuesta…”  Muy rápido entendí que es más o menos la misma versión para vender biblias, ligas de pelo, dulces de menta o bubulubus y también que el ruido del metro era una cosa particular. Hace unos días el Metro sacó una campaña de silencio.

Nueva campaña del Metro: “Callados prevenimos el contagio”.

Desde aquel día, guardias bien derechitos cargan un letrero que dice Callados prevenimos el contagio y explica con letras muy chiquitas que hablar, cantar y gritar también contagian el coronavirus –pues si uno se contamina a través de las gotitas de saliva, entre más fuerte habla uno, más lejos llegan las gotitas.

A estas alturas, en que todavía no tenemos muy claro cómo se irá reacomodando la ciudad, es igual de difícil imaginar el futuro que un metro silencioso o de murmullos. 

De la manera más abrupta, el cuerpo se volvió una amenaza y entonces había que resguardarlo. De primera instancia todos corríamos peligro por igual: el horror zombie. Luego entendimos que en el lamentable “orden” de las cosas había quienes se podían quedar en casa y quienes no, y la mayoría de estas últimas se mueven en metro. Todo se transformó. Pero el cambio en sí mismo no es abrupto y conforme pase el tiempo, en este nuevo lugar que se llama Pandemia, las cosas tendrán siempre nuevas reglas (o nuevas formas) y de cómo la adoptemos haremos el futuro.

Así se oye, un día normal, el metro:

Tenemos el ejemplo de otras ciudades que ya salieron hace ratito hacia la “nueva normalidad”, pero sabemos que cada ciudad es distinta. El metro de esta ciudad es particular. Sus sonidos son particulares, lo que vemos es particular. Nuestra forma de transformar los problemas y las formas de pasar sobre los traumas también, son particulares. 

Sea como sea, seguiremos haciendo ciudad.

metro

Advierten que las lágrimas también contagian el virus

Hace unos meses investigadores italianos demostraron que las lágrimas también contagian el coronavirus. Las probabilidades de contagio por el llanto son bajas: en las esquinas para llorar no cabe más de uno y las almohadas son personales. Acaso nos contagiaremos en el Metro, donde ¿quién no ha llorado?

A la campaña del metro quizás deberían de agregar: “llorar también contagia coronavirus”.

*Fuente audio de archivosonoro.org

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