Una visita a los hospitales del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) parece improbable si lo que se busca es una experiencia para conocer arte en la Ciudad de México. Lo cierto es que el instituto -fundado por decreto presidencial en 1943-, representa una de las colecciones de arte público más significativas del país, y sus centros de salud y edificios administrativos -diseñados por distintos arquitectos igualmente relevantes- albergan obras de personalidades como Diego Rivera o David Alfaro Siqueiros, así como agentes pendientes de revisar como Salvador Pinoncelly o Tosia Malamud.

Como el conjunto más importante de servicios médicos públicos en la ciudad, el Centro Médico Nacional tiene su origen hacia mediados de la década de los años cincuenta, después de diferentes intentos de consolidar un proyecto que diera atención a la creciente población urbana. Así, al sur de la colonia Doctores se erigió un sistema de hospitales de especialidades: cardiología, oncología, pediatría, ginecoobstetricia, traumatología, entre otros.

Como en otros proyectos de la época, arquitectos y artistas se interesaron por la posibilidad del “arte integral”, un tipo de obra que conjuntara a las disciplinas de creación: arquitectura, pintura, escultura, diseño industrial, entre otras. Liderados por el arquitecto Enrique Yáñez -quien para entonces ya había participado en el diseño de Ciudad Universitaria-, se invitó a distintos creadores para realizar obras que, sin ser concebidas como simple decoración, produjeran un entorno más humano para los pacientes, visitantes y trabajadores del nuevo espacio de salud.

Posiblemente uno de los espacios más representativos del Centro Médico sean las Aulas Clínicas del Hospital General, un edificio con una longitud aproximada de 80 metros de largo que tuvo una breve aparición en la película Roma. La fachada de este volumen recibe al mural monumental Evolución y futuro de la ciencia médica en México, diseñado por José Chávez Morado y ejecutado con maestría por su hermano Tomás. Utilizando canteras talladas de varios colores, la composición aborda, según Yañez “[…] desde la magia y los remedios naturales hasta nuestros días en los que el adelanto científico y los sistemas de seguridad social auguran la conquista de la salud y el bienestar humano.”

Para los edificios de Neumología, Oncología, Especialidades Médico-Quirúrgicas y Oficinas Centrales se decidió incorporar relieves en un lugar inusitado: las casetas de los elevadores. Se invitó al escultor costarricense Francisco Zúñiga para iniciar un proceso de modelado en tamaño natural para posteriormente fundir las composiciones en una aleación ligera de aluminio cuyas dimensiones aproximadas fueron 12 metros de largo por 7 metros de alto. Aunque solo se terminaron dos de las cuatro obras previstas, los archivos resguardan bocetos de las obras previstas, cuyas composiciones abordaban temas como la investigación cancerológica, la importancia del aire a partir del dios mexica Ehécatl y las representaciones alegóricas de las instituciones médicas.

Finalmente, Luis Ortiz Monasterio fue el artista elegido para producir dos grupos de obras situadas en los jardines del complejo. Dotando de un cuerpo volumétrico al emblema del IMSS -diseñado por Federico Cantú-, su Maternidad de enormes proporciones está compuesta por un infante que juega en el regazo de su madre, cobijados por las alas protectoras de un águila real. Como en otros momentos de sus aportaciones al arte público, el escultor recurrió a la mezcla entre la imaginería clásica y prehispánica para realizar un conjunto compuesto por una esbelta columna pétrea, coronada por un águila real, protegida en su basamento por un felino reminiscente al Ocelocuauhxicalli mexica.

El terremoto de 1985 marcó un antes y un después en el paisaje de la colonia Doctores. Aunque ningún edificio del complejo hospitalario se desplomó completamente, muchas estructuras resultaron tan dañadas que fue necesario demoler casi todo el complejo. Reinagurado como Centro Médico Siglo XXI, el conjunto mantiene casi todos sus proyectos escultóricos, salvo por las dos casetas de Zúñiga que tuvieron que ser desarticuladas y ahora existen como relieves murales independientes.

Tras las rejas ubicadas sobre avenida Cuauhtémoc se asoman gran parte de los proyectos mencionados, así como esculturas de posterior incorporación como las de Tosia Malamud o Sebastián. Entrar al conjunto -por la razón que sea- revela la mayor virtud detrás del pensamiento que produjo gran parte de la producción de arte público moderno: la incorporación de las obras en la vida cotidiana. Así, los murales, esculturas y otros objetos artísticos no son reliquias, sino testigos vivos de un proyecto que alguna vez soñó con una medicina pública moderna, digna y profundamente humana.