Muchas historias se han contado alrededor de La Castañeda, el que fuera el hospital psiquiátrico más grande de México hasta la segunda mitad del siglo XX. El abandono, la insania y el horror son pormenores bien documentados que causan gran fascinación entre la sociedad, sin embargo otro aspecto relevante, a menudo inadvertido, es su arquitectura. Aunque sus cimientos fueron demolidos hace 55 años, la fachada del aterrador Palacio de la Locura sigue en pie, en algún lugar de Amecameca, recordándonos el episodio más oscuro de la psiquiatría nacional. 

El Manicomio General de México arrancó su construcción en 1908 en un fragmento de lo que antes era la Hacienda de la Castañeda, propiedad de Don Ignacio Torres Adalid, el “Rey del Pulque”, tras haberla perdido por supuestos problemas tributarios. En aquel entonces, el cuidado de los enfermos, ancianos y marginados se relegaba a la beneficencia pública pero en medio del auge porfiriano se proyectó un complejo que diera a sus asilados una calidad de vida nunca antes vista en el sistema de salubridad.

Los encargados de la traza arquitectónica fueron el Ingeniero Salvador Echegaray (Escuela de Jurisprudencia) y el Ingeniero Porfirio Díaz Ortega (Ex Colegio Militar de Popotla), hijo del presidente quien, para ese momento, ya era bastante reconocido en su campo. Más tarde, la dupla de los ingenieros Ignacio Barra y Carlos Noriega concluirían el proyecto. El diseño se inspiró en el modelo francés, país que dictó muchos de los avances que se acogieron en el México moderno. Particularmente, sigue el esquema del manicomio Charenton en Saint-Maurice, Francia, conocido por su trato humanitario a los pacientes, entre los que se encontraba el Marqués de Sade.

El conjunto de La Castañeda se asentó en un terreno de 140 mil metros cuadrados rodeado de árboles y la corriente del entonces vivo Río Mixcoac. Tenía capacidad para atender a 1,200 pacientes y, además del albergue, la enfermería y las áreas comunes, también contaba con residencias para los doctores y personal administrativo. De toda la infraestructura destacaba el Pabellón de Servicios Generales cuya fachada, con elementos del eclecticismo de la primera década del siglo XX, maravillaba a propios y extraños. Ese edificio contaba, además, con un reloj monumental de campanas que avisaba a pacientes y médicos el ciclo que la jornada seguiría.  

Pero tal y como pasó con otras instituciones, el periodo revolucionario menguó la atención y servicios que ofrecía La Castañeda, a pesar de que las paredes y techos aún conservaban algo de su magnificencia inicial. Las próximas cuatro décadas vieron al hospital degradarse a lo más profundo del tejido médico y social, llegando a representar lo innombrable. Cincuenta y ocho años después de su inauguración, el Manicomio General de México ‘La Castañeda’ cerró sus puertas y barrió con toda reminiscencia de lo que alguna vez ahí sucedió, salvo su impactante fachada. 

El mismo año de su demolición, el ingeniero Arturo Quintana Arrioja, dueño de la empresa que construyó la montaña rusa de la Feria de Chapultepec; se contactó con la Beneficencia Pública -propietaria legal del inmueble- y, tras algunas negociaciones, logró que le cedieran la fachada completa del Pabellón de Servicios Generales del manicomio de la Castañeda. Entonces, se inventarió cada una de las piedras que la conforman y, en un esfuerzo sobrehumano, fueron trasladadas a la región de Amecameca, en el Estado de México. 

De nuevo, la edificación se vio envuelta en un entorno natural pero, ahora, en las faldas del volcán Iztaccíhuatl, enmarcada por el onírico caudal de una cascada vecina que le concedió el sobrenombre de ‘El Castillo del Salto de Agua’. Fue así que la Castañeda vivió dos veces: una como manicomio y otra como casa de descanso de la familia Quintana-Peñafiel.

Cabe la pena mencionar que la distribución del edificio de Amecameca no corresponde con la de la construcción original, que tenía unos 160 metros de fondo. De hecho hay un par de elementos estructurales que faltan, como la mansarda y el sótano pero, en general, se considera un trabajo de reconstrucción pulcro y certero, tomando en cuenta las facilidades de la época. En 1986, Don Arturo Quintana falleció y, poco después, su viuda se deshizo de la enorme propiedad. Algunos dicen que la vendió y otros que se la donó a la organización católica Legionarios de Cristo, para que ahí celebren retiros, talleres y demás convivencias. Actualmente el área es privada y no admite visitas del público en general. 

Una de las apariciones más recientes de la fachada del Palacio de la Locura fue en 2016, como escenario de la telenovela ‘El Hotel de los Secretos’ de Univisión. Incluso se instaló una mansarda de utilería que le devolvió, por un breve momento, el aspecto original que le otorgó el ingeniero Echegaray. Mientras tanto, el espacio en donde estuvo La Castañeda olvidó y se reconstruyó a sí mismo como zona residencial. En el presente, encontramos las Torres de Mixcoac y la U.H. Lomas de Plateros.