Ciudad Satélite, el límite entre la CDMX y el Estado de México. Un reducto sui generis en donde el ambulantaje y el transporte público salvaje conviven con el eclecticismo de su fraccionamiento homónimo. Una ciudad fuera de la ciudad que aunque fue pensada como un cuerpo que orbitaría alrededor del gran Distrito Federal, terminó convirtiéndose en un astro con luz propia.

A principios de la década de los 50 no cabía una casa más en el ex D.F. (incluso se echó a andar una ley que prohibía construir nuevos domicilios). El presidente Miguel Alemán pensó en recrear el modelo residencial de los grandes suburbios de los Estados Unidos, en donde los habitantes no necesitaban salir de la ciudad más que para ir a trabajar. Para este propósito cedió casi la totalidad de unos terrenos que tenía en el incipiente municipio de Naucalpan en el Estado de México y en 1948 aprobó el proyecto de Ciudad Satélite. 

Mario Pani (quien ya había trabajado con Miguel Alemán en Ciudad Universitaria) y José Luis Cuevas Pietrasanta (quien diseñó la Colonia Condesa) estuvieron al frente de la planeación arquitectónica. ​​Inspirados en los estudios urbanísticos de Herman Herrey, con su propuesta para aliviar el tráfico en Manhattan, los nuevos caminos estarían estructurados en circuitos con avenidas que nunca truncarían la circulación con un crucero o semáforo y cuya forma sería casi circular. En 1958, el diario El Universal anunciaba la venta de propiedades en Ciudad Satélite (con un enganche de $1,250 pesos y mensualidades de hasta $750 pesos) diciendo:

“Lotes chicos, medianos o grandes. ¡6 años para pagar!” Supermanzanas en donde sin cruzar la calle, usted tendrá farmacias, mercado de alimentos, panaderías, servicios varios, así como espacios de recreo… además de un Gran Centro Comercial a la altura de los mejores del mundo. Satélite no es un fraccionamiento, es la Ciudad más moderna y completa con vida propia, en donde salir de compras será para usted un placer adicional. La ciudad del mañana está aquí, hoy”. 

Inicialmente el estilo arquitectónico que predominaba en Satélite era el funcionalista, aunque también hubo algunos tintes modernistas y coloniales. En la actualidad, el catálogo de fusiones y corrientes estilísticas es amplio. La distribución de la mayor parte de los domicilios era estilo Chalet, con grandes patios y jardines sin barda. Lo anterior, sin embargo, cambió con el tiempo y ahora las cercas electrificadas y con púas forman parte del paisaje cotidiano. 

Considerado como punta de lanza del urbanismo mexicano, el plan maestro de Ciudad Satélite también contempló pequeñas áreas de recreo, identificadas con las etiquetas Verde, Azul y Rosa, en donde los residentes podían tomarse un café o hacer compras. Hasta la fecha, los colonos son bastante celosos y protectores de su espacio y no permiten modificaciones sin previo acuerdo. El eje rector es, por supuesto, Plaza Satélite, el monstruo de los centros comerciales que año con año recibe a 22 millones de visitantes. 

En cuanto a movilidad, Satélite ya gozaba con super vías circundantes como el Anillo Periférico, la Autopista México-Querétaro y la ampliación de Reforma, esta última, conectando directamente con la Fuente de Petróleos. Cruzando los límites mexiquenses el automovilista, que fue el sujeto más importante en la consideración de la traza urbana de la zona, veía 5 monumentales torres triangulares anunciado la llegada a esta lejana parte de la ciudad. Obra del escultor Mathias Goeritz y el arquitecto Luis Barragán, el conjunto de las Torres de Satélite, inspiradas en las torres medievales de San Gimignano en Italia, son consideradas todo un ícono norteño de la capital. 

Desafortunadamente, intereses políticos y económicos no permitieron que Satélite se consolidara como la “ciudad del futuro” prometida. La gran demanda por espacios de vivienda cegó de ambición a inversionistas e inmobiliarias, que empezaron a construir sin respetar los planos originales. Mayor número de personas trajo complicaciones en el correcto abasto de servicios y, en una última instancia, fue producto de pena y deshonra para el propio Pani, quien llegó a confesar: 

“Más lotes para vender, más casas, más comercios, más departamentos y… más dinero para el especulador y el inversionista, pero también más gente, más coches y menos agua, insuficiente drenaje y pésima vialidad”.