De un par de años atrás a la fecha, la Jardín Balbuena se ha convertido en uno de los lugares favoritos de los capitalinos para vivir. Quizás sea por su ubicación privilegiada (aún en los límites del Centro Histórico); por las palmeras californianas y los camellones arbolados; o por su cautivadora arquitectura modernista. Fue nombrada después del poeta español Bernardo de Balbuena quien, en 1604, le dedicó un poema a la CDMX en el que la describía como “un pueblo sin segundo, más lleno de tesoros y bellezas, que de peces y de arena el mar profundo”.

Llanos de Balbuena en 1910.

Antes de la urbanización, la región era ocupada para alimentar al ganado de los indígenas, y se le conocía como el Potrero de Balbuena. Muchos años y propietarios después, el terreno fue comprado por la poderosa familia Braniff y es entonces que adquiere el alias de los Llanos de Balbuena. El dueño, Alberto Braniff, además de empresario era un absoluto aficionado a la aviación y, en 1910, hizo historia al despegar el primer vuelo registrado en la Ciudad de México, desde nada más y nada menos que los Llanos de Balbuena. El evento pasó a formar parte de la historia nacional, y se le atribuye la posterior formación de la Fuerza Aérea Mexicana.

Los Llanos de Balbuena de la Ciudad de México en 1924.

Luego pasó la Revolución, y los Braniff no tuvieron más opción que ceder algunas de sus propiedades al gobierno. Y fue así que, técnicamente, se estableció el primer aeropuerto en México que estuvo en la Balbuena hasta 1948, cuando sus instalaciones se mudaron a otros páramos más lejanos. Este movimiento dio paso a su urbanización que inició en 1952, en el contexto de una grave crisis de vivienda. La Jardín Balbuena se cimentó bajo dos pilares fundamentales: la utopía del movimiento modernista -que buscaba una mejor calidad de vida; y los ideales nacionalistas -que exigían hogares y condiciones dignas para los trabajadores.

Mario Pani Darqui.

Aunque la Jardín Balbuena presume de una amplia diversidad en tipologías habitacionales (edificios multifamiliares, viviendas unifamiliares y dúplex), es verdad que buena parte de su identidad se la debe a Mario Pani y Agustín Landa Verdugo. Siguiendo la pauta que marcó en otras células vecinales, Pani continúo apostando por proyectos verticales de altura y supermanzanas, con todos los servicios y equipamientos incluidos.

Cada supermanzana fue diseñada con la intención de ser autosuficiente, dotada de jardines, servicios, comercios y escuelas de nivel básico. En esta colonia, al igual que en otras ya mencionadas; destacan grandes ejes estructurales (Av. Fray Servando Teresa de Mier) y calles residenciales en forma de cul de sac o retornos, es decir, caminos cerrados que dan prioridad al peatón, algo comúnmente olvidado en las grandes ciudades.

La construcción del Velódromo Olímpico Agustín Melgar, en la colonia Jardín Balbuena, poco antes de los Juegos Olímpicos de 1968.

La Jardín Balbuena es de las colonias con más plusvalía en toda la Venustiano Carranza, ya que posee la mayor y mejor cantidad de equipamiento urbano. Sólo hay que voltear a ver su colindancia al sur con la majestuosa Ciudad Deportiva Magdalena Mixhuca, que en sus confines acoge al Foro Sol, el Palacio de los Deportes, la Sala de Armas, el Autódromo Hnos. Rodríguez, el Velódromo Olímpico y el Estadio de Beisbol Fray Nano. En materia de vivienda, la colonia se mantuvo casi intacta desde su construcción en 1960 hasta el 2008, cuando se empezó a permitir la demolición de casas abandonadas y la construcción de nuevos edificios de departamentos.

Maratón en la Jardín Balbuena, 1970.

Mirándolo en retrospectiva, Bernardo de Balbuena no se equivocaba al afirmar que hay más tesoros y bellezas en la ciudad que peces y arena en el mar; y la Jardín Balbuena encarna a la perfección aquellos versos coloniales escritos hace más de 400 años, y que hoy día siguen siendo verdad.