Pocas cosas calman tanto el ambiente como la lluvia. A veces, el agua que cae sobre nosotros parece una mala pasada de la naturaleza, a quien poco le importan los transeúntes. Pero aún con todos los inconvenientes, la lluvia siempre es un alivio para el aire de una ciudad como la nuestra. Ver llover es un acontecimiento que nos suspende en el tiempo. Las primeras gotas aceleran o entorpecen el ritmo de las cosas conforme se impactan en el concreto o en los charcos provocados por lloviznas pasadas. Con todo, ante las primeras señales de aguacero, toda la ciudad se paraliza y se toma un respiro hasta que pase la tormenta.
La lluvia despierta lo mejor de algunas partes de la ciudad. Desde el olor a tierra mojada hasta la humilde y soñolienta música que despierta después de un aguacero, todo alrededor tiene un aire mucho más amable. Al mismo tiempo, la falta de personas en las calles revela su verdadero rostro y deja al descubierto estampas que no habríamos visto o simplemente pasaron desapercibidas. Nos tomamos un tiempo para recorrer la ciudad después de los aguaceros de los últimos días y acá dejamos nuestras impresiones.
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