La pandemia fue un periodo caótico y retador que nos enfrentó a una de las experiencias más temidas por el ser humano: el aislamiento. Sin embargo, de esta soledad obligatoria algunos sacaron provecho, pues tuvieron la oportunidad de explorar sus pasiones y hasta encontrar un propósito. Tal es el caso de Puchita, artista multidisciplinaria de Chihuahua radicada en CDMX, que pasó del graffiti al dibujo y luego al arte textil. 

Antes de adoptar el alterego de Puchita, Paulina Méndez tenía un trabajo común, en una oficina común. Diseñadora de interiores de profesión, la chispa creativa siempre estuvo encendida en ella, aunque las ocupaciones diarias no le permitían reinventarse. Luego llegó la pandemia y el proyecto de Puchita comenzó a tomar forma. Su primera expresión, incluso antes del confinamiento, fue el graffiti. Inspirada por la inmensa propuesta de arte callejero disponible en las calles de la Ciudad de México, Paulina salía de noche a rayar las paredes del Centro Histórico pero pronto se dio cuenta de algo, que la presencia masculina en el graffiti era omnipresente. 

“Cuando era godín me empezó a interesar el graffiti porque vivía en el Centro, era algo que me rodeaba. Pero sentía mucha presencia y vibra masculina. Luego me fui de viaje a Italia y allá estuve observando el graffiti local, lleno de expresiones de género. Vulvas gigantes, de todos los colores y tamaños. Cuando regresé a México empecé a grafitear vulvas chorreadas y así fue como nació Puchita. En la calle, de grafitera”

Quizás ahora esté más normalizado, pero hablar del cuerpo sigue siendo un tabú. “En ese entonces ni siquiera era una conversación. Igual entre tus amigas más cercanas o las más feministas. Yo que soy provinciana, imagínate, allá en Chihuahua nadie hablaba de eso”. La médula creativa de Puchita radica justo ahí, en la expresión de la corporalidad femenina, libre y sin tapujos. Del aerosol pronto brincó al papel, diseñando varios volúmenes de fanzines, muchos de los cuales servían a manera de libro de colorear. 

Ya durante el aislamiento, Puchita estaba lista para dar el siguiente paso en su evolución artística y, de cierta manera, regresar a sus raíces textiles. El nuevo vehículo de expresión fue el tufting, una técnica de producción de alfombras en la que los hilos se inyectan mediante un sistema de punción semiautomática, a través de una pistola.

“Mi mamá, mis abuelas, mis tías, todas saben bordar, tejer o coser. Yo, como buena millennial, nunca tuve la paciencia para trabajar en el telar. Cuando me enteré que había una especie de plotter en donde podías hacer tapetes, enloquecí. No lo podía creer. Me empecé a informar en grupos de Facebook y en Internet. Ahorré mucho y, llegado el momento, compré mi primera pistola de tufting. Al otro día renuncié a mi trabajo. Desde entonces no he parado y ya han pasado 3 años y medio”.

Con entusiasmo, Puchita asegura que el arte del tufting es uno de los más nobles, pues no se requieren conocimientos previos para iniciarse en la práctica. En términos generales, se trata de colocar un lienzo, tensarlo, dibujar a mano alzada el diseño, hacer la punción con la pistola de tufting (utilizando el método de pintado por números, es decir, por familias de colores) y detallar la pieza final. 

Sobre su proceso creativo, asegura que no existe uno como tal. “Bocetear y eso nunca ha sido mi estilo. Más bien es como ver cosas, inspirarme, y de repente sale algo. Igual a lo único a lo que sí le presto un poco más de atención son a las tendencias de colores, para que la producción pueda tener un poco más de vida. Entonces sí puedo empezar a pensar por ejemplo en una colección a partir de cierta paleta de colores”.

Más allá de un medio para ganarse la vida, el tufting para Puchita es una especie de meditación, un rato a solas para callar la mente y anclarse al presente. También es autonomía y realización, pues le ha concedido por completo la riendas de su imaginación. “Tengo la satisfacción de hacer lo que me gusta y ya. Y no voy a volver a someterme creativamente por nada. Entonces así puedo estar segura de que el resultado será justo como lo pensaba. A veces excede mis expectativas y también de la persona que se lo lleva y ese sentimiento sí que se transmite”.  

Puchita ofrece de manera bimensual cursos intensivos de tufting en la CDMX y también al interior del país. Para conocer más sobre su trabajo y catálogo síguela en @puchitamx