En la actualidad, pocos son los reductos verdes que aún sobreviven en la zona conurbada del norte de la Ciudad de México. Uno de ellos es el Parque Nacional El Tepeyac, un auténtico remanso de calma en medio del bullicio citadino, ideal para disfrutar de una caminata entre árboles y cañadas, con la quietud y el aire fresco como únicos acompañantes.

Aunque declarado Parque Nacional en 1937 por la administración de Lázaro Cárdenas, lo cierto es que esta área protegida guarda un profundo sincretismo cultural que retrocede a la época prehispánica, y que trasciende hasta nuestros días. Fue un importante centro ceremonial en donde se alzó el gran teocalli en honor a la diosa Tonantzin (en náhuatl Tonantsin, “nuestra venerable madre”), sin embargo, durante la Conquista Española el recinto fue reducido a escombros. 

Según los relatos de la época, en el cerro del Tepeacac (ahora Tepeyac), los mexicas adoraban a la diosa Tonantzin, cuya fiesta más importante se celebraba cada 12 de diciembre. Tras la caída del imperio azteca, algunos historiadores sugieren que los conquistadores retomaron dicha fecha, para adjudicarle un nuevo significado evangelizador: la aparición de la Virgen de Guadalupe al indio Juan Diego, supuestamente sucedida en 1531. Ahora bien, existe un amplio debate sobre si los españoles utilizaron a Tonantzin como base para desarrollar el culto a Guadalupe; o si bien, los indígenas disimularon su devoción a Tonatzin adorando a la virgen de la tierra natal de Hernán Cortés. 

En otros tiempos, el cerro conectaba con la ciudad de Tenochtitlán a través de una calzada que cruzaba el lago de Texcoco (hoy Calzada de los Misterios), entrando a la isla principal por Tlatelolco. En el presente el lago se ha secado y, al contemplar la gigantesca urbanización en el horizonte, cuesta trabajo imaginar el paisaje natural que aquí habitaba.

Resistiéndose a la urbanización del norte de la ciudad existe el Parque Nacional El Tepeyac, un lugar para conectar con la naturaleza y respirar profundo.

A pesar de representar un pulmón valioso para el norte de la ciudad – mil quinientas hectáreas de extensión-, el Parque Nacional El Tepeyac se enfrenta a múltiples hostilidades que amenazan su supervivencia. Las especies nativas de la región prácticamente han desaparecido, pero, después de una serie de reforestaciones sucesivas, se ha logrado reproducir un bosque artificial en donde predominan los árboles de eucalipto. También se puede encontrar cazahuate, copal, mezquite, palo dulce y tepozán, amén de cedros, encinos, pinos y pirules. La vegetación que existía antes de la intervención humana era propia de una zona semiárida, compuesta por cactáceas y matorrales. 

En cuanto a la fauna local la historia no es muy diferente, ya que está constituida sólo por algunos mamíferos (tlacuaches y zorrillos); mariposas (importantes polinizadoras de la región); así como pequeñas aves (Gavilán de Cooper).

Ubicado en la parte oriental de la Sierra de Guadalupe, en los límites de la Alcaldía Gustavo A. Madero y el municipio mexiquense de Tlalnepantla; el parque comprende las laderas y algunas partes del Cerro del Tepeyac, del Guerrero y de Santa Isabel -elevaciones que no sobrepasan los 2 mil 500 msnm; por lo que el Parque Nacional El Tepeyac es el lugar favorito para senderistas y ciclistas de la zona. También se pueden practicar otros deportes al aire libre, además de acondicionamiento físico gracias a los gimnasios urbanos dispuestos en el lugar. Para los niños hay paredes y redes de escalada, mientras que toda la familia puede disfrutar de un día de campo ya que existen áreas designadas para ello.

Las Áreas Naturales Protegidas proveen servicios ecosistémicos vitales para el bienestar humano y la conservación de la biodiversidad. Cuidarlas es responsabilidad de todos, y es tan sencillo como acatar las instrucciones de los guardaparques, no dejar basura, no encender fuego en lugares prohibidos, respetar la flora y fauna del lugar y hacernos cargo de nuestras mascotas, en caso de llevarlas. El Parque Nacional El Tepeyac está ubicado en Av. Las Torres o Av. Huitzilihuitl s/n Col. Santa Isabel Tola, aunque también hay un acceso por la Av. Insurgentes. Abre de lunes a domingo de las 7 a las 18 horas, y la entrada es completamente gratuita.

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