En Gutiérrez Nájera 291, en una esquina de la colonia Obrera, se encuentra un lugar legendario para el baile y la fiesta, el Barba Azul, el último y legendario cabaret de la zona.

Foto Hugo Lago.

La Ciudad de México no siempre fue la urbe caótica, bella y ruidosa en la que vivimos hoy. Y es que por mucho tiempo ganó el recato y la modestia. Fue así que, cuando los cabarets, como el Barba Azul, llegaron a la ciudad a mediados de siglo XX en medio de la modernización y el crecimiento de la población, fueron recibidos con reserva por muches y con emoción por otras.

La reina del mambo, 1951.

Inspirados en las tradiciones del cancán francés y el café-concerté, los cabarets llegaron a México y evolucionaron del teatro de carpa a recintos espaciosos, iluminados por luces de distintos colores. Ambientados por música de la época, los cabarets llegaron a su máximo esplender entre los años 50 y 60 y rompieron barreras sociales: tanto políticos como artistas como obreros podían pasar por sus puertas, beber, fumar y pagar fichas para bailar con las bailarinas que ahí trabajaban.

Sus inicios

El bar/cabaret Barba Azul fue inaugurado el 5 de mayo de 1950 en la Obrera. Su fundador, refugiado de la guerra civil española, llegó a México y abrió una serie de locales nocturnos, entre ellos el Barba Azul. Ubicado en la popular colonia Obrera de la CDMX, el espacio inicialmente comenzó como una cervecería que rápidamente se adecuó a los cambios en el entretenimiento de noche de la capital.

Conforme el espacio creció y cambió, se fue convirtiendo en uno de los centros nocturnos más memorables de la ciudad. Aunque habían sectores de la población que veían el Barba Azul como la representación de los atentados contra la moral, el cabaret llegó a tener hasta 180 mujeres trabajando y a albergar a más de 500 personas al mismo tiempo. En los días de rumberas y vedettes, este cabaret fue el centro más icónico de entretenimiento en la Obrera.

Los años pasan volando

Foto Hugo Lago.

Con el paso de los años el Barba Azul mantuvo su característica decoración y humor. Sus paredes azules, a veces un tanto descarapeladas, y las estatuas de mujeres en lencería dejaron su estilo como perdido en el tiempo, al igual que sus costos. Los servicios de baile se conservaron accesibles al igual que la comida y la bebida y es que con $200 tenías más que suficiente para pasar una noche de diversión y baile al ritmo del son cubano y la salsa.

El Barba Azul hoy

Actualmente el Barba Azul se encuentra cerrado, pero de acuerdo con sus redes sociales, muy pronto volverán a abrir sus puertas para encantar a nuevas generaciones con el color de sus paredes, su ritmo y su ambiente.

Más de Local: