13 de octubre 2025
Por: Estefanía Fink

Tania Marcela y el arte de mirar hacia adentro: El Castillo Interior en EK Hair

La artista y diseñadora Tania Marcela presenta El Castillo Interior en EK Hair, una exposición donde el arte, la moda y lo espiritual se entrelazan como un viaje hacia el interior.

En El Castillo Interior, Tania Marcela convierte la introspección en arquitectura. Sus esculturas —torres, cápsulas, cuerpos que contienen luz— evocan el tránsito por nuestras propias moradas internas. Inspirada en el texto místico de Teresa de Ávila y en la idea de que la forma puede ser una tecnología espiritual, la artista crea piezas que funcionan como espejos: cuando el espectador las mira, también se mira a sí mismo.

Presentada en EK Hair —un salón donde la belleza, el arte y el sonido se entrelazan—, esta exposición marca una nueva etapa para Tania, quien después de años en París regresa a México para reconectarse con el oficio, el barro y la energía que habita en los materiales. En conversación con Local, habla sobre lo femenino como contenedor, la transformación interior y la magia que ocurre cuando lo invisible encuentra forma.

Tu exposición toma su nombre del texto “Las moradas del castillo interior” que habla de atravesar cámaras interiores como un camino de transformación. Cuando traduces esa metáfora al espacio y a la forma de tus esculturas, ¿qué se transforma primero: el objeto o quien lo observa?

En El Castillo Interior me interesa cómo la forma puede funcionar como dispositivo de transformación. Cada escultura nace de una experiencia de introspección que se traduce en estructura, textura o luz. Pero la verdadera activación ocurre cuando el espectador se vuelve partícipe del proceso; el objeto no busca representar, sino resonar. En ese diálogo, lo material y lo humano se modifican mutuamente. Cuando el espectador entra en contacto con ellas, el espacio actúa como un espejo, no de la forma, sino del estado interior. En ese sentido, ambos se transforman simultáneamente; el objeto despierta y el observador recuerda.

Entre torres, cápsulas y objetos que recuerdan bolsos, tu trabajo reivindica lo femenino como fuerza narrativa. ¿Cómo ha cambiado tu relación con la feminidad al materializarla en cerámica, bronce y resina?

Lo femenino en mi trabajo está ligado a la idea de contenedor: la capacidad de guardar, proteger y sostener vida. Pienso en esa imagen que menciona Ursula K. Le Guin, donde plantea que la bolsa (en lugar de la lanza) fue la primera herramienta humana. Esa visión me hizo entender la feminidad no como adorno, sino como estructura, como una forma de poder que se manifiesta a través del cuidado. En mis esculturas, las formas de bolso, cápsula o torre funcionan como arquitecturas que contienen energía, memoria o luz. Trabajar con cerámica, bronce y resina me ha permitido habitar esa energía: una feminidad que no se representa, sino que se encarna como una tecnología espiritual, una manera de construir espacio para lo invisible.

Trabajas en la intersección entre moda y arte, disciplinas que muchas veces dialogan con lo externo y performativo. ¿Cómo logras que tu obra sea al mismo tiempo íntima y universal, personal y colectiva?

Es curioso porque El Castillo Interior comenzó como una colección de moda, pero a medida que el proceso avanzaba entendí que ese formato se quedaba corto. La moda, que fue mi primera herramienta de expresión, suele centrarse en el cuerpo, la imagen y lo visible. El arte, en cambio, me permitió abrir un espacio para lo invisible, para lo que no se puede vestir pero sí habitar. Creo que esa transición fue natural, porque también habla de lo que el proyecto propone; pasar del exterior al interior

Por eso me interesa situarlo dentro de un salón de belleza, un lugar asociado con la apariencia, para plantear la pregunta de qué pasaría si empezáramos a mirar hacia adentro. La moda y el arte se encuentran ahí, en esa tensión entre lo visible y lo invisible. Y aunque la moda suele ser vista como algo superficial, todos nos vestimos, todos nos transformamos, son rituales universales. Lo importante es desde dónde lo hacemos. Intento reconciliar esas dimensiones y recordarnos que también en lo cotidiano habita lo sagrado.

EK HAIR es un espacio donde la belleza se convierte en arte, y la música, la moda y la cultura se cruzan. ¿Cómo influye este contexto multisensorial en la manera en que concibes tus piezas y su impacto en el público?

No quería presentar en una galería con una pared blanca, sino en un espacio vivo. Vengo de un contexto de moda, y ahí aprendí que las presentaciones pueden ser experiencias, que un show puede ocurrir en cualquier lugar y sorprender desde la atmósfera. Esa forma de pensar me enseñó a entender las exhibiciones como algo que se vive con todos los sentidos.

También me interesaba la relación del salón con el agua, con los lavabos y con esos rituales de limpieza y transformación que me parecen profundamente espirituales. Muchas veces los artistas crean su obra sin pensar en el espacio donde se mostrará; en mi caso, el lugar fue una gran inspiración. La mitad de las piezas ya existían, pero EK Hair dio dirección a lo que faltaba y transformó el proceso. Me gusta que el arte dialogue con la vida real y que las piezas se activen a través del contexto y de quienes las habitan.

La noción de “castillo interior” habla de un viaje introspectivo. ¿Hay alguna pieza de la exposición que funcione como espejo de tu propia psique, y cómo esperas que el espectador se encuentre con ella?

Axis Mundi I fue la primera pieza que marcó una intención clara: volver real algo que al principio solo existía en lo invisible. El axis mundi es literalmente la conexión entre el cielo y la tierra, y para mí también representa el vínculo entre el mundo exterior y el interior, entre lo consciente y lo inconsciente. En ese sentido, es un reflejo directo de mi propia psique.

El proceso de crearla fue una forma de explorar lo onírico, de permitir que imágenes y símbolos personales se volvieran materia sin necesariamente entenderlos del todo. Me interesa ese misterio: cómo algo que nace de lo inconsciente termina siendo real, y cómo la práctica artística puede revelar verdades que aún no sabemos nombrar.

Has presentado tu trabajo en París y ahora regresas a México con un proyecto a gran escala que imagina futuros posibles para la convergencia entre arte y moda. ¿Qué elementos del contexto mexicano alimentan tu visión para esta nueva etapa?

Decidí regresar a México cuando entendí que muchas de las cosas increíbles que suceden en París no nacen realmente ahí. La mayoría de los grandes creadores vienen de otros lugares y transforman la ciudad desde sus propias raíces. Sentí que para construir mi propio universo tenía que volver al mío. París me enseñó estructura y rigor, pero también se volvió predecible; en cambio, México seguía siendo un territorio misterioso, algo que necesitaba redescubrir.

Aquí volví a conectarme con los oficios. Trabajo el barro en el taller de un amigo en Coyoacán, rodeada de una comunidad de alfareros que me inspira muchísimo. Esa tradición artesanal, junto con el trabajo del bronce, la cera o los materiales que uso, me hace sentir cerca de algo muy esencial. México tiene una relación profunda con los materiales y con lo ritual, y eso ha dado una nueva dirección a todo lo que hago.

¿Cómo dialogan para ti sonido y forma? ¿Hay un ritmo o textura que busques al crear tus esculturas?

Normalmente las exposiciones no se acompañan de música, pero en este caso tenía todo el sentido. Al pensar cómo presentarlo, me di cuenta de que en un salón de belleza siempre hay música; es parte del ambiente y del ritmo del lugar. Entonces la pregunta fue qué tipo de sonido quería que existiera ahí. El trabajo de Kidä resuena mucho con lo que hago: su sensibilidad amplifica la experiencia y le da otra dimensión a la belleza.

Más que buscar un ritmo o textura, me interesa pensar la presentación como una experiencia completa. La música en el salón no irrumpe la obra, la contiene y la hace respirar. Es parte de la atmósfera.

Finalmente, si tu obra pudiera hablar antes de que tú lo hicieras, ¿qué contaría sobre la relación entre magia, cotidianeidad y transformación que atraviesa tu trabajo?

Diría que la magia ocurre cuando algo invisible encuentra forma. Que lo cotidiano es solo la superficie de un misterio constante. Las piezas no buscan mostrarlo, sino contenerlo por un momento. Tal vez lo mágico nunca desapareció; solo aprendimos a no verlo.

Visítala en Ek Hair hasta el 9 de noviembre.

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