En el taller de Marie Hazard, el textil deja de ser superficie para convertirse en territorio. Sus hilos —de papel japonés, cobre o caucho reciclado— levantan columnas y portales que se comportan como arquitecturas efímeras, espacios que se pueden habitar con el cuerpo y la mirada. En su exposición La sombra que teje en mí, Hazard revela cómo cada puntada es también escritura, memoria y refugio: un lugar propio, íntimo y a la vez compartido. Entre el silencio y la danza, la fragilidad y la fuerza, su obra nos invita a perder el suelo y caminar con aire bajo los pies.
Espacios propios
Tu trabajo parte de la idea de construir un “espacio propio” a través del textil. En la vida real, ¿cómo es ese espacio para ti, fuera del telar?
El espacio representa dos cosas para mí. Se puede pensar de inmediato en el espacio como arquitectura, aquel que conocemos y que delimita nuestra vivienda, pero también nuestra zona de confort. Crecí con dos padres arquitectos que no me permitieron tener un espacio propio en su propia casa. La verdad es que eso fue muy extraño. Para mí, ese espacio propio es vital. Creo que es una suerte hoy poder tener ese espacio, crearla y compartirla. Incluso la noción de espacio se vuelve algo raro en vista de los hechos actuales y las guerras. Una habitación propia es también eso, lo que he intentado plasmar a través de mis textiles de papel. Es un momento de introspección, de cuestionamiento quizás, un momento para uno mismo y que se puede compartir.
Cuerpo y tejido
Antes de llegar al tejido, estuviste involucrada en la danza. ¿Cómo se relaciona tu cuerpo con la obra cuando estás frente al telar, casi como si fuera una coreografía?
Es exactamente eso. Bailé durante diez años; creo que mi cuerpo se vuelve casi inconsciente cuando tejo. Es un momento en el que estoy completamente sumergida en el telar. Es muy repetitivo y físico, me encanta esa sensación. Los movimientos son evidentemente calculados, pero con el tiempo se ha convertido en una danza.
Materiales con memoria
¿Qué buscas en cada material? ¿Su origen, su resistencia, la historia que carga?
Para mí, la elección de los materiales llegó casi por azar. Cuando empecé a tejer, solo seleccionaba materias modestas y económicas por falta de recursos. Siempre he creído que es posible crear cosas grandes y poderosas con muy poco gasto. Cuando era estudiante, el hilo de papel era el único hilo gratuito que me proporcionaba la universidad; por eso fue hacia él que me incliné. Hoy en día aún uso ese hilo, que realmente es la base de mi trabajo; es un hilo que se ha vuelto caro porque se fabrica en Japón. Para mí, ese hilo representa mi historia y los cimientos de mi obra.
También me inclino hacia materiales que reflejan la luz, como el hilo de cobre o de plata, que son obviamente costosos, y que empleo para mis objetos de crochet. A veces uso también hilo de cobre como trama para tejer con cámaras de aire.
Las cámaras de aire de bicicleta están completamente recicladas. Las recojo de los talleres de reparación de bicicletas; me encanta el aspecto del caucho, que es maleable, resistente y flexible. Eso me permite también crear tejidos que podrían asemejarse a armaduras. Son obras que también pueden presentarse como esculturas por su exterior. Me gustan esos contrastes con el hilo de papel; pienso también que en mí hay dualidades, y me gusta pasar de una a otra.
Textil como arquitectura
En esta exposición, tus piezas se desprenden de la pared y se convierten en columnas, portales, estructuras. ¿Qué te atrae de esa transición del textil a la arquitectura?
Como decía más arriba, creo que el textil tiene un vínculo muy fuerte con la arquitectura. En lo personal, siempre rechacé la arquitectura — quizá porque crecí rodeada de ella en mi familia. También vi a mis padres pasar por muchas dificultades y perderlo todo; fue muy duro verlos entregados a una pasión de la que no podían vivir.
Cuando empecé a trabajar en esta exposición con Marie Pérennès, fue lo primero de lo que le hablé. Necesitaba volver a los volúmenes, al espacio, a la luz… y por lo tanto, quizá, a la arquitectura. Fue muy intenso poder hablar de esto con ella: comprendió de inmediato la dimensión de mi trabajo y mi voluntad de pensar el textil de otra forma, no solo como pintura o tapiz.
Al final de la exposición, pude hablar con mi madre sobre ese vínculo entre el textil y la arquitectura — sobre colores, materiales, luces… fue una conversación muy importante para mí.
Creo que hoy en día lo que me importa por encima de todo es reflexionar sobre los textiles en el espacio y cómo las personas interactúan con ellos.
La sombra que teje en mí
El título de la exposición es poético y algo enigmático. ¿Qué sombra te acompaña mientras tejes?
El título de la exposición no fue fácil de encontrar, lo confieso. Tenía varias ideas, pero ninguna encajaba. Una noche fui al Théâtre de la Colline en París —un teatro comprometido dirigido por Wajdi Mouawad, a quien admiro enormemente. La obra me estremeció: estaba toda en árabe, subtitulada en francés; hacía elogio de la migración, de la doble cultura y de la escritura. Al día siguiente, me topé en una librería con un libro que contiene las lecciones que dio este año en el Collège de France. El título es L’Ombre en soi qui écrit (“La sombra en uno que escribe”). Es una reflexión íntima sobre la escritura, el exilio, las familias, que explora la relación del autor con la creación y con sus orígenes.
Hablé con Marie Pérennès sobre esos textos y le propuse el título «La sombra que teje en mí» como una reflexión sobre las lecciones de Wajdi Mouawad. Para mí fue una evidencia: aquí el textil retranscribe una escritura, un sacrificio, y siempre debe dejarse algo atrás.
Legados
¿Qué artistas o figuras sientes que están invisiblemente presentes en tu trabajo?
Entre los creadores que trabajan con el textil, siento una gran admiración por las figuras clásicas: Ruth Asawa, Anni Albers (por supuesto), Olga de Amaral, Heidi Bucher, Kay Sekimachi, Gego, Eric N. Mack, Teresa Lanceta, Louise Bourgeois, Sophie Tauber-Arp, así como Marisa Mertz, a quien descubrí este año.
Aunque pueda parecer extraño, no me concentro tanto en lo contemporáneo inmediato. Prefiero distanciarme un poco para observar con perspectiva.
Silencio y contemplación
Hay algo de viaje interior y soledad en tus obras. ¿Qué papel juega el silencio en tu proceso creativo?
Es una pregunta interesante. Creo que he desarrollado esta soledad recientemente. Sentí la necesidad profunda de aislarme, quizás para reencontrarme y trabajar aún más intensamente mis textiles. Paso mucho tiempo en silencio, sobre todo cuando estoy en la naturaleza. Es tan agradable poder escuchar el viento, el mar; son sonidos que extraño mucho en París. Son sobre todo los sonidos de mi infancia. A veces pienso también que las piedras tienen su voz, sus historias. También por eso tres de mis tejidos en papel llevan títulos que aluden a las piedras y al viento.
Sin embargo, paradójicamente, cuando estoy en mi taller también trabajo con la radio. Es un hábito que ya tengo, me gusta escuchar música y oír a otros hablar. Creo que la radio es realmente esencial, no tanto en mi creación, sino en mi vida cotidiana. Me dejo llevar.
Fragilidad y fuerza
En tu obra, gestos delicados conviven con materiales duros como llantas o metales. ¿Cómo reconciliás estas dos fuerzas?
Creo que esta oposición también está muy presente en mí. Creo que soy una persona sujeta a muchos cambios, y es algo que realmente necesito en mi vida. Para mí, los dos aspectos van de la mano: un gesto delicado puede construirse con un material humilde; mis tejidos son ensamblajes. Me encanta que sean diferentes, que coexistan. Esto surge de múltiples identidades, es un desarrollo cuidadosamente elegido, que abarca varias referencias, entre el feminismo y su dimensión social también.
Estos materiales son refugios que me permiten desplegar mis ideas.
Lenguaje y escritura
Tu tejido ha sido descrito como un lenguaje sin gramática fija. Para ti, ¿la escritura y el tejido son gestos relacionados?
Evidentemente, para mí, la escritura y el tejido van de la mano. Tal vez comparten gestos comunes, pero lo que realmente importa no es tanto el gesto en sí, sino más bien ese “sentimiento de honestidad” que emerge. Creo que un tejedor, al igual que un escritor, debe dejar algo atrás. Dejar nuestra sombra que teje o escribe a través de nosotros. Ese sentimiento me parece muy poderoso.
La escritura, como el tejido, repara, reconcilia, sacude. Creo que es un acto que va más allá del textil en sí. He aprendido mucho con el poeta Philippe Jaccottet, a quien cito sin cesar; pienso que este poeta llegó muy lejos con su escritura. Marguerite Duras también es fantástica en ese género.
La mirada del público
Tus piezas invitan a los espectadores a atravesarlas, a perderse en ellas. ¿Qué tipo de experiencia esperas que alguien tenga al moverse por la exposición?
Tener aire bajo los pies.
Visítale en Galería Mascota hasta el 1ero de noviembre.
Valladolid 33, Roma Norte