Hay artistas que trabajan con pintura, otros con piedra, con video o con sonido. Marie Hazard trabaja con hilo, pero no para hacer tapices planos ni superficies decorativas, sino para levantar espacios: columnas, pasajes, arquitecturas que respiran. Con La sombra que teje en mí, la francesa aterriza por primera vez en México, en Valladolid 33 (Roma Norte), del 18 de septiembre al 1 de noviembre.
La historia del textil en el arte siempre fue incómoda. Durante décadas se consideró “artesanía” o “trabajo femenino”, relegado al margen de los grandes discursos. Ya en los sesenta, la polaca Magdalena Abakanowicz declaraba: “Busco mi propio espacio”, rompiendo con la idea del tapiz como adorno para el muro. Hazard recoge esa herencia y la lleva a otra escala: el hilo como territorio, el telar como cuerpo, el tejido como coreografía.
Porque Hazard, antes que artista textil, fue bailarina. Y eso se nota. Teje como quien compone un movimiento: cada repetición es un pulso, cada torsión un paso. Sus materiales son igual de libres que sus gestos: lino, rafia, cobre, plata, papel, cámaras de llanta recogidas en la calle. Algunos nobles, otros crudos o reciclados, todos con memoria propia. En sus manos se transforman en algo más: refugios, umbrales, paisajes íntimos.
El recorrido
La expo está pensada como un viaje en tres tiempos.
- Piedras, la primera sala, es un paisaje blanco tejido en papel. Ligero y silencioso, se despliega como una sombra que guía al visitante hacia un espacio suspendido, casi sagrado.
- Arriba, la segunda sala cambia de tono: color, materiales densos, expansivos. Una gran pieza divide el espacio en dos: de un lado aparecen acantilados normandos, de otro una geometría que recuerda a los textiles de Anni Albers en la Bauhaus. No hay frente ni reverso; la pieza se cuelga libre, reversible, viva.
- La tercera sala reúne esculturas hechas a ganchillo con cobre y plata: Herramientas de una tejedora. Son lanzaderas, telares y bobinas convertidos en memoria. Objetos del taller que se vuelven esculturas, casi como restos arqueológicos de un oficio que resiste.
Entre esas salas aparece también Tressage, una pieza negra, imponente, hecha con cámara de neumático. Una mezcla entre corsé y armadura, pero también respiración contenida: la tensión vital del material urbano vuelto cuerpo.
El sentido del tejido
Para Hazard, el textil no es superficie: es lenguaje. A veces se lee como un poema fragmentado; a veces como un refugio abierto. Sus obras invitan a caminar, a atravesar, a quedarse en silencio. No construyen muros cerrados, sino pasajes porosos. Lo suyo es un espacio que se comparte y al mismo tiempo recuerda lo íntimo.
La sombra que teje en mí es una invitación a habitar el textil de otra manera. A entrar en esa “habitación propia” que Virginia Woolf soñó para las mujeres y que Hazard convierte en arquitectura flexible, en memoria viva, en un lugar que se abre al mundo desde la Roma Norte.
Valladolid 33, Roma Norte, CDMX
Del 18 de septiembre al 1 de noviembre