Entre el cuerpo y el código, entre la intuición y el algoritmo, Goma Xantana construye un lenguaje digital profundamente sensible. Su obra nace de la fricción: el roce entre materia y datos, entre gesto humano y respuesta maquínica. Trabaja con TouchDesigner, SuperCollider y otras herramientas para hacer visible lo que normalmente se oculta en la eficiencia técnica: la emoción, el error, la memoria.
Su aproximación es una forma de resistencia, que susurra desde los archivos rotos, los glitches estéticos y las preguntas íntimas sobre quiénes somos cuando ya no recordamos. En esta entrevista nos habló de coleccionar como forma de reconstrucción personal, de los vínculos que crea con sus propias memorias digitales y de cómo imaginar (y habitar) el espacio tecnológico desde la ternura y la intuición.
En tus piezas hay una tensión constante entre cuerpo y código, materia y datos. ¿Qué te interesa de ese punto de fricción? ¿Qué tiene de poético para ti?
Para mí, cada pieza es un punto de encuentro entre lo físico y lo digital, donde el cuerpo o la mente dialogan con la máquina y se activa una tensión que genera un intercambio único. Me interesa esa fricción porque ahí ocurre lo poético: en el resultado visual o sonoro de una conversación compartida, donde cada decisión humana es interpretada por la tecnología según su propio aprendizaje.
Las interfaces, con sus herramientas, límites y posibilidades, se convierten en territorios de juego. Cada elección, parámetro, gesto o código altera el rumbo de lo que emerge. Aunque partamos de los mismos elementos, las posibilidades son infinitas, pues todo depende de quién los utiliza y cómo decide crear.
En el caso de la inteligencia artificial, esta relación se vuelve aún más compleja: la máquina no sólo ejecuta, también interpreta, y entre más se le alimenta, más se transforma la naturaleza del intercambio. Crear junto a las máquinas, imaginar con ellas, es también una forma de resistencia, una manera de habitar el espacio tecnológico desde la sensibilidad, en lugar de reducirlo al control o la eficiencia.
A través de este intercambio vamos construyendo nuevas narrativas y estéticas propias de la era digital, y al mismo tiempo, un archivo vivo de los primeros resultados creativos del intercambio entre humanos y tecnología durante esta nueva era.
¿Cómo fue tu primer acercamiento a herramientas como TouchDesigner o SuperCollider? ¿Qué sentiste la primera vez que una máquina respondió a tu gesto?
Mi primer acercamiento fue a través de un taller impartido por Synth Perros, una plataforma de Monterrey dedicada a compartir conocimiento sobre sintetizadores y tecnologías visuales como TouchDesigner. Con ellos tomé mi primer curso, donde aprendí a usar la interfaz y entendí las lógicas básicas del entorno. Pero más que conocer una herramienta, fue abrir una puerta a nuevas formas de crear. Sentí muchísima emoción y, en cierto sentido, una especie de adicción, literal quería probar todas las posibilidades, experimentar y ver hasta dónde me podía llevar. Muchas veces ese impulso terminaba en un glitch increíble o a un vulkan error, típico de TouchDesigner, A partir de ahí seguí aprendiendo de forma autodidacta, con tutoriales en YouTube, foros de Reddit y conversaciones con personas que admiro.
¿De dónde viene esa necesidad de recolectar, mezclar, resignificar?
Tal vez tenga que ver con mis múltiples placements en Virgo, no lo sé, pero desde niña he sentido una fascinación por coleccionar. Empecé con objetos, luego pasé al archivo digital, como las fotos, y con el tiempo descubrí que esa práctica se convirtió en una forma muy íntima de conectar conmigo misma.
Durante muchos años atravesé periodos largos de disociación, momentos en los que realmente no sabía quién era. En ese contexto, esos archivos, esos pequeños fragmentos del pasado, me ayudaban a reconstruirme, a darme identidad. Me vivía un poco a través de esos objetos y memorias.
Una de mis búsquedas más constantes es la de preservar la memoria. Hay en mí un miedo muy profundo a perderla. Por eso, gran parte de mi trabajo gira en torno a cómo recolectamos, reinterpretamos y resignificamos lo que guardamos. Me interesa cómo, a través de esa reconexión con nuestras propias memorias, pueden surgir nuevas narrativas personales, hechas de los pedazos de todo lo que hemos decidido conservar a lo largo de la vida.
¿Cuáles han sido las preguntas que más han guiado tu trabajo últimamente? No necesariamente conceptuales, pueden ser muy íntimas.
Últimamente, las preguntas que han guiado mi trabajo tienen que ver con nuestra relación íntima con la tecnología. Me interesa cómo almacenamos y habitamos la información en la era digital, la fragilidad de esos datos, y la manera en que nos reconectamos con nuestras memorias a través de los archivos que dejamos atrás. ¿Qué permanece y qué se borra? ¿Dónde habitan nuestras historias cuando ya no las recordamos? ¿Cómo se recicla esa huella digital que producimos constantemente, a veces sin darnos cuenta? Son preguntas que no siempre busco responder con claridad, sino que uso como motor para seguir explorando.
En un mundo donde el discurso sobre tecnología suele estar dominado por la eficiencia, tú lo haces desde la sensibilidad. ¿Cómo construyes un lenguaje digital que también sea emocional?
Creo que hoy en día gran parte del desarrollo tecnológico está orientado a reforzar sistemas de control y eficiencia, a medir, optimizar, vigilar y automatizar. Para mí, trabajar con tecnología desde la sensibilidad es también una forma de resistencia. Me interesa usarla no para reproducir lógicas de control, sino para abrir espacios de exploracióna través de la sensibilidad. Crear arte con tecnología es una manera de liberar esas herramientas de su propósito inicial, la tecnología deja de ser sólo un instrumento y se vuelve un territorio posible para la emoción, la memoria o la duda.
¿Cuál es tu relación con el error, con el glitch, con lo que se rompe? ¿Te interesa como estética o como forma de resistencia?
Para mí, el glitch no es sólo un error, sino una manifestación de lo que ocurre cuando la información se rompe o se desvía de su curso. Es una forma visual de mostrar cómo se teje y desteje el dato. A veces aparece como una imagen congelada, un fragmento fuera de lugar o una superposición extraña, pero siempre señala una pérdida, una grieta en la lógica. Me interesa el glitch no sólo por cómo se ve, sino por lo que implica. Es una respuesta no funcional de la máquina, una liberación momentánea de la función para la que fue creada. En ese sentido, el glitch es un espacio para desobedecer lo programado, crear desde la ruptura y abrir otras formas de ver, pensar y sentir lo digital.
¿Siempre quisiste ser artista o es algo que surgió naturalmente conforme fuiste creciendo y encontrando tu identidad adulta?
Desde niña siempre sentí una curiosidad hacia la creación artística. Quería ser actriz, estuve muchos años en el teatro, hice danza, y más adelante me acerqué a la fotografía y finalmente estudie comunicación y cine. Siento que siempre he estado explorando distintos lenguajes que giran alrededor del arte y la expresión, por un rato me sentí un poco perdida a cómo darle salida a todas estas exploraciones
Hoy me encanta ver cómo todas esas búsquedas alimentan mi práctica. Me interesa mucho cómo esos lenguajes se cruzan, cómo se pueden hablar entre sí. Aunque mi salida más concreta ha sido lo visual, me gusta incorporar el cuerpo y el movimiento. Me emociona cuando puedo crear este juego entre disciplinas.
¿Qué tipo de lugares te atraen para intervenir y por qué?
Me atraen mucho los formatos que se salen de la pantalla plana, espacios donde puedo incorporar lo que ya existe y hacer que lo visual dialogue con el entorno. Me interesa crear experiencias que no solo se vean, sino que se sientan parte del lugar donde ocurren.
¿Cómo dialoga tu identidad con tu trabajo?
Creo que esta exploración es la vía que me permite conectar conmigo misma. Es el espacio donde más investigo mis búsquedas y donde más me dejo guiar por la intuición. Por eso, ha sido y sigue siendo un lugar que me conecta con quién soy, que me mantiene curiosa y reflexiva sobre lo que me mueve, lo que quiero decir y cómo quiero compartir(me).
¿Qué te emociona ahora? ¿Hay alguna nueva herramienta, obsesión, colaboración o intuición que te esté moviendo el piso?
Por un lado, me emociona mucho seguir explorando cómo repensar las experiencias visuales, cómo salirnos de la pantalla y crear algo que se sienta más inmersivo, más conectado con el espacio y el cuerpo. Por otro lado, la colaboración es algo que siempre me mueve. Creo que tiene una fuerza muy especial porque te lleva a lugares que no podrías imaginar por ti. Es abrirse a otras miradas, a otras formas de hacer, y confiar en que algo vaa surgir de ese cruce, incluso si no sabes exactamente qué. Hay algo muy especial en dejarse transformar por lxs demás, en construir desde la escucha. Y finalmente, algo que me está moviendo mucho es el poder de la intuición. Dejar que las ideas aparezcan sin tener que entenderlas del todo desde el inicio, permitiendo que se vayan revelando en el proceso, soltando el control y confiando que en ese flujo también está una forma crear