Esta es la historia de uno de los presidentes más polémicos de México y su pierna, que en 1838 se convirtieron en dos entes con suertes separadas. Antonio López de Santa Anna perdió su pierna durante la Guerra de los Pasteles, pero hizo todo lo posible por mantenerla cerca y, más aún, cuidarla como si aún estuviera pegada a él. Quizá este sea el caso de miembro fantasma más extraño de nuestra historia.

Antes de ser el presidente con más periodos en México (7 reconocidos y al menos 4 extraoficiales), Santa Anna nació en una familia acomodada de españoles, pero desde niño presentó esos aires aventureros que lo llevaron a enlistarse en el Ejército Real de la Nueva España en 1810, justo a tiempo para enfrentar al Ejército Insurgente de Miguel Hidalgo.

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Foto: Wikipedia

Su carrera política inició en 1821 como defensor del Virreinato y posteriormente del imperio de Agustín de Iturbide, que ayudó a derrocar en 1823. Luego, en 1827 asumió el cargo de gobernador de Veracruz y apenas un año después tomó el mando del ejército nacional durante el gobierno de Guerrero. Su primer periodo como presidente de México llegó en 1933, cuando la Guerra de los Pasteles ya era algo más que un rumor que atravesaba el océano.

La pierna amputada de Santa Anna

Un año antes de que Santa Anna asumiera la presidencia, algunos oficiales de su ejército comieron en el restaurante del señor Remontel, un francés que había llegado a México para abrir una pastelería y acusó a los militares de haber comido sin pagar (y posiblemente de causar destrozos en el local). Como la presidencia de México se negó a pagar los 60 mil pesos que el pastelero pedía como indemnización, el gobierno Francés decidió intervenir con 10 barcos llenos de soldados que desembarcaron en Veracruz.

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Escena del ejército francés atacando el puerto de Veracruz. Foto: Wikipedia

El 4 de diciembre de 1838 mientras el ejército mexicano trataba de hacer retroceder a los franceses, éstos respondieron con cañonazos. Uno de los disparos alcanzó la pierna de Santa Anna y tuvieron que amputarla casi inmediatamente. De allí que le llamaran “el quince uñas”, aunque en realidad eran 14, pues junto a su pierna, el presidente también perdió uno de sus dedos. Esta fue una pérdida muy profunda para él, pero también una gran herramienta para sus futuras campañas. Finalmente, quién iba a decirle que no al presidente que dio su pierna para defender a México.

Un funeral para la pierna

Cuando decimos que éste fue el caso más peculiar de miembro fantasma en nuestra historia, nos referimos al hecho de que no sólo el propietario extrañaba a su pierna amputada; daba la impresión de que todos sus simpatizantes lo hacían. De hecho, cuando Santa Anna ordenó que enterraran su extremidad en el jardín de Maga de Calvo, su hacienda predilecta de Veracruz, lo hicieron acompañados de una ceremonia religiosa y con todos los honores militares. La pierna de Santa Anna fue, por así decirlo, un héroe nacional.

Unos años después, el 27 de septiembre de 1842, Santa Anna mandó exhumar su pierna para tenerla más cerca y darle el sepulcro que merecía. Metidos en una vitrina de cristal, los restos de la pierna recorrieron el tramo de Veracruz a la Ciudad de México acompañados de un cortejo fúnebre y vítores por parte de los simpatizantes del presidente.

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Santa Anna capturado después de la batalla de San Jacinto en 1836. En la escena se puede ver a Santa Anna con una pierna vendada y la otra incompleta. Foto: @MuseoPresidente

Una vez en el cementerio de Santa Paula (hoy Paseo de la Reforma), varias personas le dedicaron exagerados discursos a la pierna muerta. Algunos la trataban como un amigo de años al que le debían la vida y otros, como don Ignacio Sierra y Rosso, le hablaron como a un valeroso soldado:

¡Y tú, Héroe del Pánuco y Veracruz! Tú, cuya vida conserva el cielo para nuestra ventura, gózate y recibe el mensaje purísimo que tributamos a tus glorias. Tu nombre durará hasta el día que el sol se apague, y las estrellas y los planetas vuelvan al caos donde durmieron antes.

En 1844, durante una revuelta contra la entonces dictadura de Su Alteza Serenísima, un grupo de opositores robaron la pierna y la arrastraron por toda la ciudad, hasta perderla en un lugar desconocido. Nadie sabe cuál fue su suerte.

La prótesis, también perdida, de Santa Anna

Para un militar orgulloso como Santa Anna, andar por la vida sin una pierna era inconcebible, por ello mandó fabricar una prótesis de madera a su medida y, claro, a la de su antigua pierna. Aunque el gusto de tenerla no le duró mucho tiempo, pues en 1847, durante la guerra contra Estados Unidos, Santa Anna volvió a perder su pierna durante la huida de la Batalla de Cerro Gordo.

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La prótesis de Santa Anna en el Museo de la Guardia, en el Camp Lincoln de Springfield.

Los soldados cargaron en hombros al dictador, pero no a su pierna, que encontraron los soldados estadounidenses junto a un pollo y 16 pesos en oro que utilizarían para pagar a los miembros del ejército. Se dice que los militares jugaron béisbol con la pierna en el primer partido de béisbol celebrado en México y luego la conservaron como un trofeo que ahora yace en una vitrina del Museo de la Guardia, en el Camp Lincoln de Springfield y, hasta ahora, no se ha resuelto una repatriación del que quizá sea el miembro de palo más célebre de la nación.

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