En una época donde todo lo vemos al instante y olvidamos con la misma rapidez, revelar un rollo es casi un acto de resistencia: una forma lenta, corpórea y ritual de recordar. En Foto Hércules —un estudio en Ciudad de México especializado en fotografía análoga— ese acto no solo es técnico, es también emocional. Cada rollo que llega guarda secretos, momentos que alguien quiso capturar mejor de lo que fueron. Cada imagen revelada es también una posibilidad: de ver con otros ojos, de aceptar cómo somos, de narrar distinto.

Platicamos con César Camacho, socio y jefe de marketing de Foto Hércules, sobre todo eso que no se ve en una fotografía digital: el cuerpo del negativo, la magia del accidente, la responsabilidad de cuidar las memorias ajenas y el deseo casi universal de encontrar belleza en lo cotidiano. Esta entrevista es una oda al error, a la espera y a esa necesidad humana de mirar el mundo y decir: “esto merece quedarse”.

¿Cuál fue el primer recuerdo que tienes de una cámara en sus manos o de un rollo revelado? ¿Qué emoción te dejó?

A las 15 años revelé mi primer rollo. Fue increíble ver la imagen invertida en un objeto físico. Era una forma sorprendente e inesperada de escribir el mundo y plasmarlo. No hubo vuelta atrás.

Revelar una foto de cierta forma se siente como descubrir un secreto ¿Sientes que hay algo de ritual en ese proceso, como si el cuarto oscuro fuera una especie de altar?

Un ritual implica dos cosas: una serie de acciones consistentes y un significado simbólico y/o cultural atrás de ello. El revelado cumple con las dos: es un proceso con partes necesarias para completarse y atrás de ello, siempre hay el anhelo de ver las fotografías tomadas, de hacer visible lo invisible, de haber capturado correctamente el mundo como lo vimos en ese momento, como lo experimentamos. Este ritual permite mostrarle a los demás lo que vimos, de que lo miren cómo lo miramos.

¿Qué tipo de imágenes buscan las personas que llegan a ustedes? ¿Sientes que hay un anhelo específico detrás de la fotografía análoga?

Sorprendentes. Todo mundo espera que lo que capturan con un rollo sea mucho mejor que la realidad, para poder recordarlo así. Sea trabajo o sean momentos, siempre los queremos recordar mejor de lo que fueron. Eso nos deja con una responsabilidad enorme de cuidarlos, nos encanta.

Hoy que todo es inmediato, ¿qué significa para ti esperar el revelado?

Es parte del proceso, una pausa necesaria, debería serlo con todo. Me permite ver las fotos con la mirada fresca.

¿Qué ha sido lo más raro o inesperado que les ha tocado revelar?

De clientes no podemos comentar por el acuerdo de confidencialidad que tenemos con cada uno, pero una vez nos enteramos que un cantante muy muy famoso iba a salir en una serie de televisión muchos meses antes de su estreno.

¿Crees que la imagen análoga tiene memoria propia? Es decir, ¿crees que las fotos análogas “guardan” algo más que la digital no puede contener?

Más que memoria, tienen corporalidad. Existen físicamente en el espacio. Para mí es un milagro el poder capturar el mundo en algo físico y limitado. Este límite lo hace todo más valioso, te exige más como fotógrafo y las imágenes tienen más alma. Hay algo que se le escapa a lo digital, algo que su cualidad de ilimitado y rápido no puede capturar.

¿Qué te interesa más: la técnica o el accidente? ¿Dónde crees que vive lo mágico?

Por un lado, me exijo mucho técnicamente porque cada foto analógica captura un momento irrepetible, y por un error técnico mio no me gusta perderlo. Por el otro, existe un accidente que es incontrolable y ahí hay una posibilidad de lo mágico, un error que cree algo inesperado. Pero en sí, el medio analógico invita mucho a la experimentación, personalmente, considero que primero se tienen que dominar la técnica.

¿Qué has aprendido de las personas que les traen sus rollos? ¿Qué dicen esos negativos sobre cómo miramos, cómo recordamos?

He aprendido a ver de distintas maneras la fotografía y a encontrar valor en cosas impensables. Nadie mira de la misma manera y hay algo bello en comulgar esas dos visiones. Quien tira en foto analógica, captura cosas que le mueven, es muy diferente al digital que a veces le tomamos foto al ticket para usarlo después. Es muy interesante ver a qué cosas le encuentra valor gente tan distinta a uno.

La inmediatez es siempre el problema, es muy desgastante, y la selfie la tiene inherente en ella, si no, es un autorretrato. Enfrentarse con nuestra propia imagen puede ser aterrador y simbólico. Tener esa confrontación de manera inmediata, casi como un feedback instantáneo, es terrible para la imagen que tenemos de nosotros mismos en la cabeza. Genera más una reacción de ver qué puedo cambiar para verme mejor que una reacción de aceptación a cómo uno es.

¿Hay alguna imagen que desearías haber tomado tu? ¿Una foto ajena que te haya marcado para siempre?

La portada de Love What Survives de Mount Kimble. Es de Frank Lebon.

¿Qué te gustaría que se llevara quien conoce Foto Hércules por primera vez?

La seguridad que encontró un espacio donde lo vamos a acompañar y ayudar en su aprendizaje analógico. Enfrentarse con lo analógico sin una guía puede ser confuso y puede que te lleves grandes decepciones. Creamos Foto Hércules porque no encontrábamos un lugar así, dónde pudiéramos preguntar y nos quisieran responder.