En la esquina de una ciudad cada vez más expuesta a lo sacro y lo violento, llega una exposición que no suaviza su intención: poner en evidencia el papel del lenguaje sagrado en la construcción de las jerarquías de género. “And God Created Woman”, la segunda muestra individual de Marta Ibarrondo en la Ciudad de México, es un ejercicio de arqueología crítica: excava, selecciona, aísla y encierra —no reliquias, sino pasajes bíblicos que han justificado por siglos la subordinación de las mujeres.

Criada en la fe católica, Ibarrondo no se deslinda de sus raíces, las confronta. Superpone versículos con anuncios publicitarios vintage, tan sexistas como absurdos, revelando la continuidad incómoda entre religión y cultura pop. En otras piezas, cubre páginas de la Biblia con capas y capas de acrílico, dejando visibles sólo aquellas frases que dictan obediencia, silencio o sumisión. Lo que queda es fragmento, peso y sombra.

La exposición no sermonea: expone, yuxtapone, resalta. Usa los lenguajes de la publicidad, el diseño gráfico, la pintura y la tipografía para denunciar no solo lo que se ha dicho, sino cómo se ha dicho y quién lo ha dicho siempre. Hay algo de exorcismo en estas obras, pero también de duelo. Como si se tratara de una última lectura antes de cerrar el libro.

Ibarrondo, nacida en Bilbao y formada entre Nueva York y Miami, tiene una relación visceral con los libros. Su fascinación por las bibliotecas perdidas —la de Alejandría como símbolo mayor— atraviesa su práctica. No hay en ella nostalgia por el conocimiento; hay furia por su omisión. Cree que los libros no solo se leen, se habitan. Que las palabras no solo pesan, sino que marcan, deforman, estructuran.

“And God Created Woman” estará abierta del 30 de abril al 31 de mayo en Espacio Unión (Unión 221, Escandón). Es una exposición necesaria, especialmente ahora, cuando el lenguaje —el de los textos sagrados, el de la publicidad, el de los discursos de poder— vuelve a usarse como trinchera. Ibarrondo no propone una respuesta, pero sí algo más inquietante: la posibilidad de que hemos heredado muchas palabras sin saber a qué historia sirven.